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No me mal entiendan por favor, no es que esté en desacuerdo con el activismo feminista como tal, pero sí con estas nuevas concepciones producto de la época (ya hablaré de esto más adelante). Y es que hay muchos otros elementos en este juego de poder que no deberían ser bien recibidos. Es ideal que se aclare por qué celebramos el 8 de marzo el Día de la Mujer y que las nuevas generaciones no olvidemos la memoria histórica que nos compete. Además, como anexos -no menos importantes-, las estadísticas de desigualdad, violencia y acoso sexual son bien recibidas. Sin embargo, sigo sosteniendo que antes, esto del Girl Power o Poder Femenino era chévere.
El cartel de We can do it! (portada), es una propaganda de guerra -a propósito de la Segunda Guerra Mundial- que se conoció muy poco en 1943, pero que más adelante fue re-descubierta como símbolo de feminismo y del poder de todos los trabajadores de ese entonces. Para esto, nos ubicamos aproximadamente en los 80´s, cuando se vuelve a encontrar la imagen y, de alguna manera, las feministas se la apropian como símbolo de empoderamiento. En esta década se encontraba en curso la segunda ola feminista que trataba temas variados como: la sexualidad, la familia, el lugar de trabajo, entre otros. Algunos de los nombres que más retumban en esta época son: Simone de Beauvoir, Betty Friedan, Kate Millett y Shulamith Firestone.
Les recomiendo este documental para entender más el aporte de Simone de Beauvoir:
https://www.youtube.com/watch?v=tb0LONwpB2w
Pero, ¿cuál es la diferencia entre el feminismo de entonces y el de ahora? No quiero ser dramática, de nuevo, pero las redes sociales han permitido que muchos hablen porque «tienen teclado» y nada más. En palabras del filósofo Umberto Eco:
Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles.
Fuerte, ¿no? Pero bastante real.
Es así que, el creciente tema del empoderamiento de la mujer y sus nuevas representantes auto proclamadas feministas, se ha convertido en uno de los temas más «vendedores» del cine. Entonces, mientras muchas se enamoran y anhelan ser como Katniss Everdeen o la nueva de la última de Star Wars -cayendo otra vez en el estereotipo-, los hombres se excitan pensando en esta mujer fuerte y capaz, como si nunca lo hubiéramos sido.
Si antes se regodeaban en la mujer-objeto débil y emocional, ahora lo hacen pensando en un objeto que ha evolucionado, pero que al fin y al cabo sigue sirviendo para su placer.
Y no solo el cine está metido en este circo, las marcas comerciales también hacen buen uso de la sensibilidad que la gente siente por el tema del activismo feminista. Y sí que saben cómo usarlo… Ahora las campañas «sociales» están por doquier y dicen tener algo que decirnos, sin embargo siguen escondiéndose detrás de productos estereotipados. El mensaje en sí es real e importante, pero vuelve a convertir todo en un producto más del estante.
« Nacer con vagina: el acoso callejero y otras violencias sexuales »
El Girl Power se ha convertido en un producto del marketing que nosotros mismos hemos llevado a este punto con nuestras argumentaciones vacías y poco profundas. Con nuestros amoríos y revolcones con esos personajes ficticios con una fuerza y habilidad poco creíbles, que opacan sus tambaleantes diálogos. Con nuestro inmenso deseo -y falta- de que nos digan qué es ser mujer, porque nadie quiere descubrir eso sola.
[easy-tweet tweet=»El actual Girl Power significa que nos digan qué es ser mujer, porque nadie quiere descubrir eso sola.»]
Pero no me mal entiendan, de nuevo, no digo que el término Girl Power deba ser tachado -como si mi opinión fuera tan fuerte, ¡ja!- pienso que debe ser retomado en su origen y adecuado a las nuevas concepciones de la época. Y por favor, no desechemos lo que otras mujeres han hecho en el camino solo porque nos parezca «poco comprometido», como aquellas que quieren borrar el nombre de Simone de Beauvoir por haberse enamorado perdidamente de un hombre; pues si se lucha por la libertad, entonces que esta también esté libre de cláusulas.