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En determinadas ocasiones hemos escuchado eso de que las mejores cosas de la vida no son cosas, pienso que ciertamente es así. Sin embargo, aún y sabiendo eso cometemos errores en nuestra existencia y olvidamos el valor de lo simple, de los pequeños detalles, de sentir y agradecer. Continuamente o como un hábito (peligroso) lo superficial nos ha ido consumiendo por dentro, volviéndonos ciegos e inmunes a los verdaderos sentimientos. Siento que esto debe cambiar, cada segundo es un regalo sublime, he ahí el motivo principal para reivindicarnos con nuestro presente.
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Pero para que haya una reivindicación sana debes combatir esos males que golpean tu integración interior, como por ejemplo, el individualismo, la envidia; las frustraciones, la ira, el ego y los complejos. Qué errados estamos cuando pensamos que esos males nos mantendrán firmes por mucho tiempo. La realidad es que no. Será muy difícil continuar mientras estés preocupado sólo en lo visible, en lo tóxico y vil. La verdadera sabiduría es ser como realmente eres, pero deber tratar de ser lo más humano posible para que todo tipo de apariencia no te destruya en el intento.
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Decía Osho, gurú espiritual: «Puedes seguir cambiando el exterior, pero nunca estarás satisfecho, a menos que los cambios sean internos, pues el exterior nunca puede ser perfecto». Es hora que aceptemos y pongamos en práctica lo que verdaderamente nos deleitará el alma, no necesitas un tarjeta de crédito para ello. Total, lo único que no tiene precio es nuestra propia esencia.
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