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No tengo por qué empezar este texto con frases de Simone de Beauvoir o cualquier otra feminista para que mi reclamo sea escuchado y válido. Cualquier mujer debería poder viajar sola sin tener que dormir con un gas pimienta bajo la almohada. En realidad, cualquier ser humano debería tener el derecho de viajar solo -o acompañado- sin detenerse a pensar si su vida corre peligro en tal o cual lugar. Lamentablemente, porque no hay otra palabra, nacer con vagina y desear recorrer el mundo es el único sueño para el cual debes ser consciente de que potencialmente todo se puede convertir en una pesadilla.
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Yo vivo en Ecuador, país donde asesinaron a dos jóvenes argentinas en Montañita, y en donde salir a la calle -con minifalda o no- te hace acreedora a los más asquerosos saludos de hombres desconocidos. Recordemos que aquí recientemente un hombre se masturbó sobre una mujer en el bus. Y es que la violencia de género es el tema en común con nuestros hermanos países latinoamericanos.
Para agregar más leña al asunto, el pasado 10 de abril dos jóvenes venezolanas fueron atacadas brutalmente en un hotel de Mindo, cerca de la capital ecuatoriana. Para resumirles la historia, un hombre entró en calzoncillos a la habitación y con un martillo atacó a una de ellas mientras la otra saltaba por la ventana a una altura de tres metros. Ellas pudieron escapar gracias a una «bendición divina» como dice la publicación en Facebook de una de ellas, pero hay muchas otras que no tuvieron la misma suerte. Estamos también las que solo escuchamos esos testimonios y aunque hacemos activismo -escribiendo, marchando o contando la historia- nos escondemos cada vez más detrás de nuestros puestos resguardados donde difícilmente nos puede pasar algo.
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Este es el perfil de TripAdvisor del hotel en el que se hospedaron las jóvenes venezolanas.
He pensado: ¿Y qué más puedo hacer? ¿Debería dar el ejemplo y perder mi miedo a viajar sola? ¿Y si eso me hace solo un número más dentro de las estadísticas de violencia de género? ¿Y si solo me quedo hablando de esto, esperando algún cambio? ¿El cambio debería ser mío o del otro? ¿Debo hacer oídos sordos cuando me gritan mamita en la calle o debo enfrentar al acosador? ¿De verdad en algún momento esta situación va a cambiar? ¿Escribir esto sirve de algo?
En todas esas preguntas no hay ninguna afirmación o negación, realmente solo son lo que son: preguntas. Sé que todos podemos responderlas de diferente forma y quizás nos contradigamos en ello, pero si de algo estamos seguros es de que la posibilidad de viajar es un derecho de hombres y mujeres que debe respetarse, pues es uno de esos pocos que podemos decidir individualmente. No contribuyamos a que el Girl Power se convierta en solo otra herramienta del mercado. Si vamos a hablar de ello que sea desde la experiencia y el corazón.