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Vamos a desmentir mitos y aclarar algunas cosas.
Para quienes no han sufrido una violación hay algo que les es extraño o difícil creer: que la persona afectada no haga todo lo posible para defenderse o escapar. ¿Cómo puede alguien paralizarse o ensimismarse ante un ataque? ¿Quería o le gustó que esto pasara?
Cuando ella tenía 14 años de edad fue agredida sexualmente por quien era su novio. Dijo muchas veces que no quería sexo y cuando él empezó a bajarle la ropa interior, se paralizó. Sentía miedo, angustia y dolor. Quería gritar pero sabía que no serviría de nada. Solo se quedó quieta esperando que todo acabara para poder ir a casa… Una vez que todo acabó no habló de eso hasta 10 años después.
Al igual que este, hay muchos casos de personas que se paralizan ante abusos sexuales por diversos motivos:
- Consideran que ya no pueden escapar ante determinado peligro y se protegen a si mí mismas llevando al menos su mente a otro lugar.
- Callan por temor y vergüenza: Es una experiencia dolorosa, que lesiona el cuerpo y deja marcas terribles a nivel emocional.
- Tienen en cuenta que luchando se exponen a un riesgo aún mayor, como ser golpeadas o incluso asesinadas.
Y hay quienes piensan que todos tenemos un instinto de lucha o huída, que si la persona afectada calla -mientras y después de ser violada una o varias veces- es porque «les gusta». Pues queremos decirles a esas personas que tienen el peor de los prejuicios.
¿Qué pasa con el instinto de lucha o huida? ¿Por qué me paralizo o callo?
Paralizarse es una respuesta común a una amenaza. Se da en situaciones en las que una persona siente miedo o pánico. No nacemos con chip instalado para luchar, huír, hablar, todo es un aprendizaje.
Respecto a esto, la Coordinadora del área de salud y derechos sexuales y reproductivos del CEPAM (Guayaquil, Ecuador) Sonia Rodríguez comentó en una entrevista para Makía que “no existe un instinto de huida o lucha como algo inherente a la condición física, siempre es un aprendizaje que tiene que ver con la vida de las personas, los recursos personales adquiridos».
La seguridad, la capacidad de expresión, de respuesta, es única, por eso las personas reaccionan de diferente manera.
Agrega que esta experiencia traumática quizás es más fuerte cuando es alguien conocido, en quien confiamos, entonces tenemos menos recursos para enfrentarlo.
«La mayor parte de la población violentada sexualmente son mujeres, desde que son niñas y a lo largo de la vida, el otro gran porcentaje son niños; y por personas conocidas, cercanas, lo que les da ventaja. Generalmente les tienen confianza, inclusive afecto: han crecido con ellos, conocen sus rutas, rutinas, donde viven, como es su familia o grupo cercano (…) Los agresores tienen mayor credibilidad y por lo general amenazan, chantajean para que no digan nada: ‘nadie te creerá, yo diré que tu querías, que me provocaste, se lo haré a tu mamá, hermana'», expone como ejemplos de amenaza.
¿Y si este prejuicio llega a los juzgados?
Creencias como que la víctima es la causante o provocadora de los abusos sexuales suelen llegar hasta el sistema de justicia. En ciertos casos, se carece de una investigación profunda a los abusadores, sus conductas sexuales, la forma como se han relacionado con otras personas antes.
« Conoce el ejemplo de esta condena de agresor reducida porque la víctima es un niño gay »
Les recordamos que a las niñas y niños se los educa para obedecer “a las mujeres especialmente para callar, para llorar y no hacer problema; pero luego no se reconoce el llanto, el temor, la parálisis como formas de no querer los abusos sexuales o violencia a las que son sometidos”, acota la Psicóloga Clínica.
No se ha encontrado estadísticas de cuántas personas se han quedado paralizadas durante una violación, ni estudios específicos sobre esta reacción en situaciones específicas. Pero sí se reconoce que el paralizarse y quedarse ausente son reacciones de defensa, no de consentimiento.
Hay que dejar de creer que las personas que no reaccionan violentamente «les gusta» ser abusadas. No reaccionan violentamente ni luchan porque a veces no tienen aprendizajes para hacerlo.