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Han pasado 22 años del genocidio de Ruanda y la Iglesia Católica de Ruanda ha reconocido por primera vez que hubo participación orquestada de algunos de sus componentes en la masacre de tutsis de 1994.
Mediante un comunicado la institución eclesiástica local reconoció que sí existieron miembros de dicha iglesia que planearon, ayudaron y llevaron a cabo el genocidio en el que más de 800.000 tutsis y hutus pacíficos fueron asesinados a manos de hutus extremistas.
“Pedimos perdón por todos los males que cometió la Iglesia, nos disculpamos en nombre de todos los cristianos por todos los errores que hemos cometido. Lamentamos que hubiera miembros de la Iglesia que violaron su juramento de fidelidad con los mandamientos de Dios”, señaló el documento de la Conferencia Episcopal de Ruanda.
La iglesia católica ruandesa, hasta ahora rechazaba su intervención en uno de los genocidios más atroces de la humanidad, alegando que los curas y monjas involucrados obraron a título individual. Y es que en esa época la disputa entre hutus y tutsis por gozar de privilegios laborales, sociales y puesto de poder, se hizo cada vez más fuerte, dando inicio así a uno de los hechos más vergonzosos de la historia mundial.
No obstante, el Gobierno de Ruanda habría tildado de «inadecuada» la disculpa emitida recientemente por obispos de la Iglesia Católica del país por el genocidio de 1994, pues según un comunicado, «sólo sirve para recalcar lo lejos que está la Iglesia de reconocer total y honestamente sus responsabilidades morales y legales» además resaltan que «dada la escala de los crímenes, estaría justificada una disculpa de Vaticano».
Por su parte, Phillipe Rukamba, portavoz de la abadía católica de Ruanda, afirma que a fin de potenciar una mayor reconciliación y el perdón en la Iglesia y en el mundo, se hizo coincidir la lectura del oficio con el final formal del Año Santo de la Misericordia, declarado por el Papa Francisco.
¿Cómo fue el genocidio de Ruanda?
Aunque si retrocedemos en el tiempo, vemos como el 6 de abril de 1994, los tutsis, liderados por el ahora presidente, Paul Kagamé, del entonces Frente Patriótico de Ruanda (FPR), lanzaron un misil contra el avión del presidente, Juvénal Habyarimana, quien pertenecía a la etnia hutu.
Tras la muerte del mandatario, comenzaron los 100 días de sangre y machete, donde los extremistas hutus por su sed de venganza, en tan solo cinco meses exterminan a cerca del 80% de la etnia tutsis, sin necesidad de armas sofisticadas ni diseños tácticos.
Alentados por los mensajes llenos de odio, emitidos por las radios constantemente (una de las mayores instigadoras era la radio católica Mil Colinas), la población hutu salió a aniquilar a cuanto tutsi se le pusiera por delante, asesinando incluso a miembros de su propia tribu. Se dice que 200 mil personas armadas salieron a matar tutsis. Cerca de 800 mil personas fueron asesinadas, un 70% fueron tutsis, otros fueron hutus que se oponían a la matanza y otros que murieron a manos de tutsis que buscaron defenderse.
Actualmente se han puesto placas conmemorativas en 88 iglesias del país donde miles de tutsis fueron asesinados. En estos lugares ocurrieron muchas matanzas porque bastante tutsis acudieron a los templos en busca de resguardo. Por ejemplo, solo en la parroquia en Nyumba se hallaron 30.000 cadáveres. Y hubo ocasiones en que los clérigos en lugar de proteger a la gente, tomaron postura de verdugos. Otros ante inminencia de los sucesos y la fuerza de las milicias exterminadoras, señalaron que era poco lo que podían hacer. Hay cifras que señalan que hubo una muerte violenta de al menos 200 consagrados (entre ellos 70 seminaristas).
De acuerdo al blog periodistadigital.com, varios clérigos habría atestiguado lo que se vivió en esos horrendos días: «Varias veces conseguí que los hombres armados que venían por ellos se marcharan, hasta que un día vinieron furiosos dispuestos a matarlos y entonces simplemente me quedé en mi habitación sin hacer nada, esperando a que pasara todo. Delante de gente armada y violenta llega un momento en que no puedes hacer nada. Si hubiera insistido me hubieran matado también a mí y no habría conseguido salvar a nadie”.
Pero también hay informes de testimonios de los supervivientes, que consideran la iglesia ofreció un apoyo indispensable al régimen hutu. Además no existió comunidad ni organización que interviniera justamente ante esta matanza, indica Roméo Dallaire, comandante de las fuerzas de las UNAMIR, la Misión de Paz presente en ese entonces. De hecho, la mayoría de los machetes fueron financiados con ayuda internacional, en esos días se ha contado que unos 4,6 millones de dólares fueron gastados sólo en machetes, azadas, hachas, cuchillos y martillos. De allí que 1 de cada 3 hombres hutus pudiesen tener un machete nuevo.
Las fuerzas de la ONU se retiraron del lugar a los pocos días, luego de la muerte de algunos de sus miembros.