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Me desperté un día en la madrugada sin aparente razón. Lo que pasaba era que unos sonidos de animales salían de mi librero. No recuerdo cómo llegó pero allí estaba, todo un zoológico hecho libro llamado: “La oveja negra y demás fábulas” del escritor Augusto Monterroso.
Con mucha razón el escritor hondureño agradece a un entomólogo, un domador, un experto en costumbres de aves nocturnas y a muchas otras personas que lo ayudaron en las observaciones que necesitaba para escribir este libro.
Si bien Monterroso es conocido por su microcuento “El dinosaurio”:
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
También tiene otros microrelatos que lo convierten en uno de los maestros en español de esta breve construcción literaria. Por ello he querido señalar algunos de mis animales favoritos que Monterroso desarrolla en su libro “La oveja negra y otras fábulas”.
Primero está el mono que quería ser escritor satírico y que después de estudiar el comportamiento de los demás compañeros se dio cuenta que no podía hacerlo. Todo porque muchas de esas cualidades de las cuales quería reírse la tenían sus mejores acompañantes -y él mismo- es así que desistió de su deseo. Otros como el búho que en su afán de salvar a la humanidad se da cuenta de la paradoja de su deseo; un camaleón que le había dado por meterse en la política sin saber que su naturaleza le haría una mala pasada; la jirafa que entendió la relatividad del mundo; la cucaracha soñadora y muchos animales más que con sus sonidos, razonamientos y peculiares cualidades conforman este libro.
Y entre los animales de dos patas -humanos- retratados por Monterroso quizás el más interesante me parece el poeta Pigmalión quien da vida a las esculturas y les enseña a hablar. Y cuando se cansa de ellas «les da una patada en el culo» hasta que caen en pedazos. De forma que Augusto Monterroso construye un zoológico que sigue dándonos enseñanzas y haciéndonos reír con su particular humor hondureño.
Ilustración: Gabriela Logacho