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Cuando piensas en Sarah Jessica Parker lo primero que se te viene a la mente es la genial serie que protagonizaba, ‘Sex and the City‘, mejor conocida en América Latina como ‘Sexo en la ciudad’ y en España como ‘Sexo en Nueva York’.
Esta serie arrasó con los ratings y continúa ganando la simpatía del público femenino y sigue aumentando su número de fans gracias a las redes sociales, quienes se encargan de siempre recordarnos la vida de Carrie Bradshaw.
Durante su emisión, las mujeres adolescentes, jóvenes y adultas de finales de los noventa y principios de los dos mil reímos a carcajadas y lloramos a lágrima viva con Carrie Bradshaw durante seis temporadas y dos películas, ‘Sex & The City’ 1 y 2 (de 2008 y 2010, respectivamente).
Algunas, incluso, devoramos el resto de las producciones de la franquicia: los dos libros de Candace Bushnell, su creadora, y la serie precuela sobre su adolescencia, ‘The Carrie Diaries’ (2013 -2014). Y así, amasando seguidoras progresivamente, este personaje comenzó a constituirse como icono.
Y ahora, dediquemos unos minutos de nuestro tiempo a recordar cómo era este personaje. En concreto, el de la serie original:
Carrie vivía sola y era una mujer fuerte, independiente y segura de sí misma. Y casi todas, desde las más jóvenes hasta las más adultas, quisimos (y queremos) poseer aquellas cualidades.
En el ámbito laboral, Bradshaw era una escritora profesional y exitosa. Trabajaba en el periódico ficticio ‘The New York Star’ y había llegado a publicar su propio libro, que estaba anunciado junto a una enorme fotografía suya en los autobuses. Imaginaros la sensación de ver vuestra cara recorriendo la ciudad… ¡Tiene que ser tremendo!
Por otra parte, la rubia también era guapa. Sarah Jessica Parker estaba en uno de sus mejores momentos y los maquilladores lo sabían. De hecho, potenciaban su cara aniñada otorgando al personaje una imagen de mujer madura e independiente, pero juvenil al mismo tiempo. Y creo que casi todas queremos sentirnos veteranas en la carrera de la vida, pero sin que se note el paso de los años.
Además de todo eso, la escritora era el carisma personificado. Y esa personalidad se la otorgaban tres elementos: sus reflexiones (narradas por su propia voz en off), su melena rubia y rizada y la gargantilla con su nombre que casi siempre llevaba puesta. Cuántas no suspiramos por ese collar y buscamos hasta debajo de las piedras para conseguir uno igual. Y cuántas no pretendíamos convertirlo en nuestro buque insignia…
Por último, aquella mujer tenía algo que todas ansiamos tener: una habitación armario. En concreto, tenía un vestidor colmado de vestidos y de zapatos caros. Sí, eso es, de Z – A – P – A –T – O – S. Y no de unos cualesquiera: la mayoría eran Manolos.
Para que os hagáis una idea: en una ocasión, Madonna dijo que los zapatos de Manolo Blahnik eran “mejores que el sexo”.
¿UN QUIERO Y NO PUEDO?
Entonces, ¿es posible afirmar que la serie ofreció un modelo femenino de éxito a seguir? Rotundamente NO. Carrie no es, ni mucho menos, un “lo que quiero ser y no puedo ser”. Carrie es un “lo que ya soy y lo que aspiro a tener”.
De hecho, todo lo que os he contado anteriormente, aunque es cierto, tiene truco porque es solo la cara de la moneda.
La cruz es que la neoyorkina es una mujer de a pie con problemas reales. A veces se siente humillada en público, otras veces no tiene más remedio que discutir con su editor (jefe), en ocasiones es juzgada por ser soltera siendo una mujer madura y, al igual que el resto de nosotras, padece de corazón roto.
Hasta ella misma reflexiona sobre esta cuestión en particular:
No pude evitar preguntarme si dentro de cada mujer soltera, independiente y segura de sí misma no habría una princesa frágil y delicada a punto de romperse.
En efecto, a veces, la imagen que proyectamos no es más que una fachada que actúa como cortafuegos ante posibles circunstancias dolorosas. Y Carrie no era una excepción, era esa princesa, al igual que lo somos todas y cada una de nosotras.
Por todas estas razones y muchas más, la escritora es el alter – ego por excelencia de casi todas las mujeres. Al margen de si somos rubias, morenas, escritoras o policías.
¿Y si yo fuera una princesa en otro planeta y nadie de este mundo lo supiera?
Todavía ahora esa pregunta me desconcierta.
Porque, ¿acaso no es cierto? Seamos quienes seamos, podríamos ser las princesas de algún otro lugar. O escritoras. O científicas. O presidentas. O cualquier otra cosa que queramos ser, aunque todos los demás no estén de acuerdo.‘The Carrie Diaries’ (2011), de Candace Bushnell