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Muchos roqueros actuales o melómanos tienen gran admiración por lo que Pink Floyd representa para la música popular. A su vez, Pink Floyd ha pasado distintas etapas, lideradas por David Gilmour y Roger Waters, pero los inicios de aquella banda tiene como su gran eje a Syd Barrett, un músico que a medida que se apagaba corpóreamente, su legado musical e influencia crecía.
Muchos creían el 7 de julio del 2006 -cuando se anunció su muerte-, que Syd Barret ya había fallecido hace tiempo. Pero no, simplemente estaba aislado en su propio mundo. Se dijo muchas cosas respecto a su salud mental, desde que tenía Asperger, trastorno bipolar hasta que era esquizofrénico. Al final el fin de su cuerpo fue marcado por un cáncer al páncreas y una diabetes crónica, lo cual suena algo alejado de la idea de estrella de rock que tenemos. Y está bien, porque Syd Barret siempre logra ser un punto distinto a cualquier músico que hayamos escuchado. Probablemente su abstracción del mundo se debió al consumo incesante de LSD que experimentó a finales de los 60´s (se dice que se daba unas 4 dosis diarias), viaje del cual quizá nunca desembarcó y desde el cual llenó de una onda especial el primer álbum de su banda The Piper at the Gates of Dawn (El gaitero a las puertas del alba), de gran sicodelia; y dejó su desvanecimiento en el segundo album, ya más progresivo A Saucerful of Secrets.
Luego David Gilmour tomó su lugar como guitarrista en vivo y luego ya como fuerza del grupo. Syd estaba en otra dimensión y el mismo lo admitía en 1971 a la revista Rolling Stone: «Tengo una cabeza muy irregular. Y no soy nada de lo que creas que soy de todos modos».
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Y efectivamente, alguien que parecía estar adelantado a tiempo, en una época revolucionaria en cuanto a formas de actuar y pensar, no podía dejar sino una música en su tiempo inclasificable, ahora llamada sicodélica, pero más que nada una música en la cual puede seguirse escuchando novedades. Es así de amplia, así de intensa, que además prueba métricas musicales poco habituales como compases de 11/8 y otras (lo típico era y es aun los 4/4). Te puede no gustar, pero tampoco te gustaba que tu mamá te diera sermones, ¿no? Y algún día admitirás, si ya no lo has hecho, que tenía razón la mayoría de las veces. Así es Barrett.
Muchas de las personas que toman un viaje en ácido o como otros los dirían, van a ´pegarse un cartón´, ilusionan que aquel trip abra sus sentidos y logren todas esas imágenes y sensaciones que el primer álbum de Pink Floyd trasmite. Es difícil de creer que el hecho de ser un habitual del LSD permita a un músico ser un artista de las dimensiones de Syd Barrett. Muchos se aferrarán a sus sustancias otros renegarán de ellas como factor de creación, lo innegable es que Barrett, sonidos y letras ensambladas, produce una sucesión de asociaciones mentales espontáneas, entre lentas y fugaces, que semejan un viaje psicotrópico y revolucionario incluso para quienes ya estaban revolucionando la música.
Esto viene a colación de que en el estudio Abbey Road de Londres casi simultáneamente se estaban grabando dos discos de completo genio: Sgt Pepper de The Beatles (banda que a Barrett le gustaba) y el mencionado Piper Gates. Y en palabras de la publicación Pitchfork «Mientras The Beatles ejercían control absoluto en las herramientas del estudio, Pink Floyd usaba el estudio para perder el control». El productor de su disco Norman Smith del sello EMI, realmente nunca pudo congeniar con Barrett y sus ideas experimentales e innovaciones que sonaban muy avanzadas para la época, aun si precisamente en ese estudio ya se estaba haciendo la magia innovadora de The Beatles. Barrett estaba más allá, y a pesar de ser fan de ellos, cuando se los presentaron, no dio indicios de estar mayormente emocionado, es más cuando escuchó Lovely Rita, recién grabada, señaló que era una mala canción. Y esa noche grabaron en cambio The Scarecow.
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Gente como Paul Mc Cartney, David Bowie o Eric Clapton estuvieron muy atentos a la grabación de este disco. Años después Barrett fue apartado de la banda (o él se apartó del mundo) como ya se mencionó e hizo algo de música por su cuenta, que progresivamente se ha hecho música de culto, y músicos noventeros como John Frusciante Damon Albarn lo confirmarán.
Alguna vez asomó durante la grabación en 1975 de Shine On You Crazy Diamond, que precisamente fue compuesta pensando en él y la melancolía que le causaba a Roger Waters su desaparición. Nadie reconoció a Syd Barrett al mostrarse calvo y algo gordo, siete años después de ver a sus compañeros por última vez. Roger le preguntó por la canción, qué tal le pareció. Él dijo: «Me parece que suena un poco antigua».
No podría haber sucedido sin él, pero por otra parte, no podríamos haber seguido adelante con él.
– Roger Waters, leyenda de Pink Floyd sobre otra leyenda de la banda, Syd Barrett.
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«Ya que estás de mente abierta, ¿qué tal si tripeas Juan Gabriel?»