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Ya era una leyenda, pero nos había acostumbrado a parecer inmortal; incluso con el Mal de Parkinson que lo aquejaba desde hace 32 años, él nunca perdió su gallardía, ni su porte. Donde Alí estaba, la grandeza invadía el lugar. Ha fallecido a los 74 años la noche del 3 de junio por complicaciones respiratorias, pero hace mucho tiempo está intacto en la memoria como una de las figuras más notables que haya arrojado la humanidad y eso no será tumbado jamás.
Boxeador. Y esa mera palabra significa muchas cosas: una de ellas saber que su profesión es jugarse la vida a golpes, fintas y esquives. Pero Muhammad Alí fue más allá de cualquier brutalidad (y vaya que dio y recibió duros golpes en su carrera de más de 20 años), él fue un poeta de la fistiana, su fanfarronería antes de cada pelea fue puesta a prueba en el ring con éxito. El más grande, se autodenominaba y ello le daba derecho a opinar de todo, en una época en que la segregación racial era aún más complicada.
Sí, era difícil nacer negro, especialmente allá en el sur de Estados Unidos, donde incluso haber ganado la medalla olímpica en Roma en 1960 no le sirvió para que le sirvieran dos hamburguesas en un restaurante de Atlanta exclusivo para blancos. Allí aún usaba el nombre Classius Clay. Eso no se quedaría así: decepcionado, arrojó la medalla al río Ohio. Eso es lo que dice la leyenda.
“Todos me conocen. Nací en el Hospital General, a una cuadra de aquí. Fui criado aquí. Me eduqué en la Central High. Y ahora he traído la Medalla de Oro Olímpica para todo Louisville. He luchado por la gloria de mi país. Aquí sirven a cualquier extranjero, pero no sirven a un ciudadano negro de Estados Unidos. Tendrán que llevarme a la cárcel porque pienso quedarme aquí hasta que mis derechos sean reconocidos”.
Dicen que en realidad no dio ese discurso en el restaurante, y que tampoco lanzó la medalla al río, sino que se le perdió. Pero esta leyenda es una de esas ocasiones cuando, por su personalidad valiente, preferimos creer que así ocurrió, y que nadie podría haber afrontado esa situación igual que él.
Por eso también se negó a enlistarse al ejército y combatir en Vietnam. Durante todo 1966 se había negado y finalmente se presentó al campo de alistamiento en Texas el 28 de abril de 1967 donde se volvió a negar. Fue condenado a 5 años de prisión y llamado desertor, razón por la cual fue arrebatado de su cinturón de campeón de pesos completos. Sí, la Comisión Atlética del Estado de Nueva York le quitó su título mundial y de la licencia de boxeador que había ganado y con ello la imagen de imbatible, derrotando a Sonny Liston, Floyd Patterson entre otros de los mejores boxeadores de la historia.
Tuvo que esperar hasta 1970 cuando un juez de Texas consideró arbitraria la medida y recuperó su licencia para boxear. Quizá habían pasado los mejores años de su carrera fuera del ring, pero había recorrido universidades y medios haciéndose oír, diciendo cosas incómodas pero a la vez cautivando con su labia e inteligencia a media humanidad.
https://youtu.be/F9q8YefWhuc
1970, el año del retorno
Volvió al boxeo… y al contrario de lo que pensaban muchos la gloria todavía tenía muchos capítulos por delante. En octubre noqueó a Quarry, la esperanza blanca; en diciembre envió tres veces a la lona al durísimo argentino Ringo Bonavena. Y todo se dio para que enfrentara al hombre del momento, Joe Frazier, un boxeador potente y más alineado con el establishment en relación al considerado rebelde Alí.
[easy-tweet tweet=”Alí, Frazier y yo éramos un solo hombre. Una parte de mí se ha perdido, la pieza más grande. George Foreman”]
En marzo de 1971 tuvo su primera derrota. Fue una pelea en que los quince rounds combatidos terminaron enviándolos al hospital a ambos. Hubo revancha y posteriormente la conocida Thrilla en Manila en 1975, que sellaría la rivalidad más cruenta en la historia del boxeo.
https://youtu.be/ZIu12nx_dBE
Pero incluso las batallas con Frazier no serían las más representativas de Alí, pues estaba el Rumble in the Jungle en Zaire-África, donde todos pensaban que Foreman iba a fulminarlo aquel 30 de octubre de 1974.
Pero Alí era el ídolo de los africanos y al grito de “Alí Bomayé” (mátalo, Alí) el boxeador más bocazas del mundo, aguantó estoicamente round tras round de golpes de Foreman hasta cansarlo y asestar su gancho de izquierda que ha sido inmortalizado en fotos, documentales y películas. Lo había logrado. Apenas terminó la pelea (disputada en la madrugada para que se vea en directo en Norteamérica), empezó a llover, no eso no era lluvia, era un diluvio. Las fuerzas de la naturaleza festejaban esa noche el triunfo de Alí.
https://youtu.be/sTn9GeHs11I
Hubo más peleas tremendas con Ken Norton, Leon Spinks y más. Ya se notaban indicios de su enfermedad y aún así siguió peleando. Quizá los combates contra Larry Holmes y Trevor Berbick en los 80´s nunca debieron haber sucedido. Ya pasó, solo queda la gloria de aquel boxeador dispuesto a pelear contra quien sea por defender sus derechos y el de las personas que se sentían representadas por él. Sus líos personales quizá quedan minimizados, su forma cruel de hablar contra los rivales, sus contradicciones y más cosas. Tan humano como todos, supo sacar partida de su humanidad y elevarla desde un ring para picar como abeja y volar como una mariposa y crear una de la más inspiradas historias que escucharemos jamás.
https://youtu.be/Wuv-2ekyFT4