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Me encontraba en una isla, pero no desierta, ni siquiera me imagino a Manhattan vacío. Y es que encontré un lugar lleno de historias por contar; mi visita al Museo Americano de Historia Natural fue cansada, impactante y con una sensación de dimensión desconocida -con la musiquita y todo-. Por eso quiero mencionar que este museo, de americano tiene muy poco, esto es el mundo, corrijo, ¡el universo entero! Si crees que por haber visto la película Una Noche en el Museo, ya no necesitas visitarlo, estás equivocado. Esa película no capta ni un poquito el espíritu de este inmenso palacio de historia.
Antes de empezar este recorrido quiero darte una recomendación previa: Cuando estés planeando tus vacaciones en Nueva York, separa dos o tres días para visitar este museo, de verdad vas a necesitarlo sobre todo si te gusta cargar solo una libretita, o si tienes el pie plano. Ten presente que el Museo Americano de Historia Natural tiene 27 edificios interconectados que albergan 46 salas de exposición permanentes, laboratorios de investigación y una biblioteca -que nunca encontré- y una colección de 32 millones de especímenes. Sí, estos son datos duros y la cosa se pone peor cuando les cuente que el mapa que te dan para ubicarte no tiene sentido alguno. Yo creo haber entrado a una sola tienda de souvenirs, pero según el mapa hay siete.
Entonces comprenderán que solo caminé y traté de disfrutar lo que encontraba. A los aproximadamente trece mil visitantes diarios que recibe el museo ni los noté, así que no debería ser un inconveniente para tu visita. Con todo, estos arañazos por decirles qué hay en el Museo Americano de Historia Natural los dejará con ganas de ir.
Y bueno, paseé junto a miembros del mundo acuático y los mamíferos y aves -pequeños, grandes e inmensos- de Norte América; me tomé una foto con la estatua de Theodore Roosevelt; estuve dentro de un volcán y supe que en Urano mi peso sería nulo -lo cual no sé qué tan bueno sea para mi salud-. Recorrí pasillos y pasillos junto a miniaturas de pueblos que se han perdido en la historia; dancé con los africanos; conocí primates que no parecían ser muy amigables; y por supuesto agradecí porque los inmensos dinosaurios ya no existan.
Pero estas líneas no resumen cinco horas en el Museo Americano de Historia Natural, hay muchas más historias desconocidas que se me escaparon u olvidé. Mas tengo otra recomendación: para cuando estés dentro y quieras salir, es mejor que no busques la salida, no tiene caso, no la vas a encontrar. Sin embargo, te puedes llevar más sorpresas: como la visita al planetario, donde podrás ver toda la galaxia y donde verás caminar por doquier a un montón de niños con sus uniformes y cuadernos intentando capturar la forma de una estrella.
Me encanta saber que cuando la humanidad esté perdida por la llegada de esa horda de zombies de la que hablan las películas de terror, la curiosidad y la magia se encontrarán resguardadas en este museo. Esperemos que ese momento llegue pronto, pero zombies o no, igual ya quiero volver.
FOTOS: JOSSELYN AÑAZCO