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Las cabezas cortadas despiertan fascinación desde tiempos inmemorables. No por nada eran uno de los castigos clásicos de la Edad Media, aparte de la hoguera. El jinete sin cabeza y su leyenda, son un buen ejemplo de ello. Dentro del género del terror las cabezas mutiladas eran usadas para mostrar bravura, pero ¿qué nos gusta tanto de las cabezas cortadas?
El jinete sin cabeza y lo que se puede aprender de su leyenda
En las series de televisión como The Walking Dead, Michonne decapita zombies con su espada samurái, mientras que en Juego de Tronos ser decapitados es un castigo que busca a humillar a otros. Sleepy Hollow, por su parte, trata del jinete sin cabeza y está basada en la historia que Washington Irving escribió en 1820. De esa narración a la leyenda hay un paso.
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¿Cómo surge la leyenda del jinete sin cabeza?
La historia proviene de unos asentamientos holandeses al norte de la ciudad de Nueva York, EE.UU., en el río Hudson. Durante la Guerra de Independencia de 1776, el ejército de George Washington se vio obligado a retirarse desde Manhattan. En la batalla de White Plains, los comandantes británicos enviaron a sus jinetes de Hesse, mercenarios alemanes con una terrible reputación. En la primera fusilada de cañones a uno de estos mercenarios le arrancaron la cabeza.
Fue enterrado en el cementerio de Sleepy Hollow. Desde entonces, cabalga en busca de su cabeza -que quedó destrozada en el campo de batalla- o en la de otras personas. Es uno de los pocos ejemplos de mitología estadounidense y fusiona lo sobrenatural con la historia real vinculada a la fundación de EE.UU. Y tmbién de uno de los muchos cuentos populares de jinetes sin cabeza en el mundo, que abarcan desde los cuentos teutónicos de los hermanos Grimm hasta la mitología escandinava o la leyenda celta de Dullahan, el demonio sin cabeza que se inclina sobre un caballo negro.
La «Leyenda de Sleepy Hollow» de Irving fue sustancialmente modificada por Tim Burton en su película de 1999 Sleepy Hollow, con una memorable interpretación de Christopher Walken en su papel de jinete sin cabeza con todos sus dientes rotos y su mirada despiadada. La nueva serie de televisión estadounidense también multiplica los horrores. Esta vez, el mito se fusiona con los Jinetes del Apocalipsis. Y el jinete sin cabeza es un presagio de EE.UU. llegando al Final de los Días, tal y como predecían las visiones extrañas del Libro del Apocalipsis.
¡Qué rueden las cabezas!
Nuestro temor y fascinación con los decapitados parece haberse vuelto mucho más explícita. En el pasado también, fuera del nicho del género de horror, las cabezas cortadas apenas se insinuaban. Por ejemplo, en el caso de la caja que se entrega al detective interpretado por Brad Pitt al final de la película «Se7en», que muchos consideran que llevó al extremo los límites de lo representable. O en la segunda temporada de Fargo, una serie lanzada en 2015, donde se envían cajas con cabezas por correo postal.
Puede que el declive cultural tenga algo que ver y que las cansadas audiencias se sientan estimuladas por horrores más explícitos. Pero parece más interesante preguntarnos qué simbolizan los sin cabeza en la cultura contemporánea.
Algunos críticos observaron que durante un siglo después de Sigmund Freud fue casi imposible pensar en la decapitación como algo que no fuera un símbolo de ansiedad sobre la castración (eso fue lo que Freud propuso en su ensayo «La Cabeza de Medusa»). Es cierto que Freud lo escribió a principios del siglo XX, cuando había muchas obras de teatro y pinturas sobre Salomé, la cantante de la Biblia que pidió la cabeza de Juan el Bautista servida en bandeja de plata.
La más famosa de estas historias por entonces la había escrito Oscar Wilde. Junto a otra historia bíblica, la de Judith y Holofernes, los victorianos estaban obsesionados con simbolizar la amenaza al poder masculino y la potencia a través de historias de decapitaciones simbólicas por parte de una mujer fatal. Pero eso es menos universal que lo que Freud sugirió y no parece que tenga mucha fuerza para explicar nuestra obsesión en la actualidad.
La decapitación siempre fue un ejercicio de poder absoluto. Como asociamos nuestra identidad con el cerebro (y no tanto con el corazón), el acto de cortar la cabeza ataca a la esencia de individualidad: memoria y racionalidad. Y también al poder. El acto de cortar la cabeza se asocia en muchas culturas con los bárbaros; son esos primitivos quienes realizaron tales actos vandálicos.
La historia que las democracias occidentales cuentan sobre sus propios países es que se alejaron de esos actos de dominación violenta hacia el ejercicio de la ley. Por ejemplo, convirtiendo la pena capital en un evento privado, en lugar de un espectáculo público. De hecho, en Europa ya no existe. Aunque sorprende descubrir que Francia usó la guillotina hasta 1977.
En cuanto a los espectáculos modernos de decapitación, es imposible no pensar en cómo los estados occidentales se han visto atormentados por las ejecuciones públicas de cautivos por parte del autodenominado grupo Estado Islámico (EI). Estos horribles actos tienen un gran peso simbólico, cultural e histórico. Según la filósofa italiana Adriana Caverero, hemos entrado en una nueva fase que va más allá del terrorismo hacia algo llamado «horrorismo»; una crueldad espectacular que es posible gracias a los nuevos medios de comunicación.
La cultura popular está tratando de usarlo en el cine y la televisión. «Juego de Tronos» nos devuelve a un mundo de lucha por el poder feudal, de violencia arbitraria representada en su nivel más extremo por la decapitación. La fuerza de Sleepy Hollow reside en que es parte de la historia original de EE.UU. y el jinete es un eco fantasmal de la vieja violencia colonial amenazada por un retorno espectral. La horda de zombies es una reflexión sobre los límites de la democracia, pero también una metáfora que puede usarse de distintas formas.
A veces, en The Walking Dead y en series más recientes como iZombie, es más bien una reflexión sobre cómo localizamos la identidad en las redes neuronales del cerebro. Y la revolución sobre la comprensión de la neurología humana es parte de ello.
Parece ser que los sin cabeza no son solamente una espantosa involución gótica, sino también un símbolo que habla con urgencia sobre nuestra época actual.
¿Qué más crees que se puede aprender del jinete sin cabeza y su leyenda?
¡Cuéntanos en los comentarios!
Foto principal: hdqwalls.com
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