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No sé si les ha pasado pero personalmente muchas veces he preferido tomar un bus antes que tomar un taxi. No solo por el dinero, sino porque ¡no sabes con qué loco te puede tocar!
Hay historias de taxistas que he escuchado con atención y otras con un poco de terror. Como la del hombre que recién había llegado a la ciudad tras pasar 14 años en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos, obviamente reformado (me lo dijo con Biblia en mano). O la del que baja el vidrio para gritarle al vigilante de tránsito y luego acelera hasta el fondo para que no vean la placa.
Sin duda todos tenemos historias interesantes que contar, y por eso aquí he hecho una recopilación de algunas que me han hecho reír y también temer. ¡Hay para todos los gustos!
Inolvidables historias de taxistas
1. El taxista que te enseña cómo ser padre
Jonathan me contó de la vez que el señor taxista le enseñó cómo debería castigar a sus futuros hijos. Resulta que el hombre, cansado de las malas noches causadas porque su hijo que llegaba tarde y borracho, se ingenió una forma de darle una lección. Ni corto ni perezoso, el taxista le pagó a unas personas para que se hagan pasar por secuestradores.
Entonces, la gran noche llegó. El joven salía ebrio de una discoteca y el «secuestrador» número uno le ofrece servicio de taxi, a lo cual él acepta. Ya en el camino hacia su casa, se desvía por un lugar oscuro donde se detiene y se suben los «secuestradores» dos y tres. Le quitan todo y lo dejan botado unas cuadras después de su casa… Al siguiente día que se levanta asustado, ve todas sus cosas en la mesa y a su papá al lado, listo para sermonearlo.
2. El taxista que no es taxista
El tío de mi amiga Sandra no es taxista, pero la gente siempre le hace de la mano pensando que lo es. Un día, ya cansado de esa situación decidió parar y echar el aventón (¿qué tenía que perder?). Al principio solo lo hacía con las personas que quedaban en el mismo trayecto hacia su trabajo, aunque si no tenía apuro podía ir más lejos.
Una noche que iba por la carretera se encontró con una joven que se le había dañado el carro, él se detuvo dispuesto a llevarla. Lo que no sabía, es que ese trayecto sería de ¡dos días! Sí, la joven vivía en otra provincia y requería con urgencia llegar.
3. El taxista coquetón
El amigo de un amigo de mi amiga Gaby sufrió un ataque de acoso (¿podría decirse?), solo porque tenía el cabello largo. El joven se sube en el puesto del copiloto y enseguida se ve envuelto por una serie de preguntas, chistes y risas por parte del taxista. Al momento entiende lo que pasa y empieza a avergonzarse. ¡El taxista cree que es mujer! Jamás olvidará lo que le dijo cuando llegó a su destino: «Tenga mijita, aquí tiene mi número y me llama cuando quiera».
4. El taxista traficante de caballitos de mar
Geanella tiene un compañero al que una vez le ofrecieron aceite de caballo de mar para calmar todas las enfermedades y además mantenerse joven. Sí, un taxista le comentó de las propiedades que tenía este animal y de lo difícil que era conseguirlo. Sin embargo, él tenía el número del traficante por si se animaba a pedir.
El taxista puso su caso como ejemplo verificador de la eficiencia del aceite de caballo de mar. Antes era calvo y ahora podía ver cómo pequeños cabellos -casi imperceptibles- iban creciendo.
5. El taxista que tiene una banda de música tropical
Cuando estábamos en la universidad mi amiga María y yo pagábamos a un taxista para que nos lleve todas las noches de regreso a nuestra casa. El hombre siempre nos llevaba escuchando salsa y música tropical, ¡a todo volumen! Un día se nos ocurrió preguntar qué es lo que sonaba, y ahí empezó toda la historia.
Resultaba que el hombre no era solo taxista, sino que los fines de semana desarrollaba su verdadera pasión: tocar en una banda de salsa. No ganaba mucho, puesto que regularmente era invitado a las fiestas de sus amigos, pero él no se negaba.
6. El taxista con un guardaespaldas fantasma
José Vicente se encontró con un taxista que había sido alcohólico casi toda su vida, pero su vicio terminó cuando… Tras un fuerte aguacero decidió quedarse parqueado en una zona bastante peligrosa, allí se quedó dormido hasta el siguiente día. El guardia que lo había observado toda la noche le comentó que había visto a alguien acompañándolo.
No era la primera vez que le hacían ese comentario. Sus amigos regularmente decían que lo veían siempre acompañado de un hombre por la ciudad. Allí fue que entendió que esa compañía fantasmagórica era su padre que había muerto recientemente. Así fue como decidió aceptar el consejo de su padre y dejar de tomar.
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