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¿Qué encanto poderoso tendrán los libros? ¿O es simplemente que uno quiere ser encantado por ellos? No pasa con todos los libros, no le pasa a todos los lectores. Allí radica la emoción: parece haber un libro para cada persona. Uno que esconde una voz mental que nos toca inventárnosla para poder apasionarse de la historia. Una voz trazada por un escritor que no importa si lo adoramos o no tenemos las más peregrina idea de quien sea… al final es la historia de sus personajes la que nos atrapa. O sus ilustradores, o su portada o…
Antier fui a la feria de libros de mi ciudad. Este año venía uno de esos escritores galardonados, el sudafricano Coetzee. Me parece chévere que pasen escritores internacionales reconocidos por nuestra Feria, y es simpático ver mezclarse a los lectores avezados, con los académicos, con los noveleros y con los curiosos. Esa noche fui un curioso para ese evento, porque realmente mi interés era comprar libros, salí de la oficina con unas ansias enormes de añadir libros a mis repisas y leerlos cuando se me antoje. Saber que están allí y también mostrarle a mis amigos mi nuevos tesoros y eventualmente prestárselos.
1. ¿Qué está buscando?
No siempre entiendo esa pregunta. No sé qué estoy buscando. Hay tantos libros alrededor, muchos que no conozco y simplemente quiero descubrir, sin saber de quien ni qué: así que me resulta difícil contestarle esa pregunta a la dependiente. Quizá me quiera recomendar algo, pero en cierto modo me está ahuyentando las ganas de rebuscar en su estante. Quiero escabullirme por allí y ver y ver y ver.
2. Para cuánto me alcanza
Uno asume que en una Feria de Libros habrá vasta variedad, así que es buena ocasión para ser generoso con uno mismo y regalarse algunos libros extras. El año pasado solo compré uno (lindo eso sí, Virus Tropical de PowerPaola) y no vi nada más que me llamase la atención. Quizá aquella vez escogí un mal día, pero anoche en Guayaquil estuvieron alineados para mí (y ojalá para muchas personas más) dos estrellas fundamentales: Mis ganas de gastar y mi tarjeta de crédito algo saneada de deudas (¡qué miedo!).
Esta vez no andaba con el chanchito vacío ¡bendito sea!… pero sí me ha tocado ir muy austero a alguna feria y saber que no serán cinco, ni tres, ni dos, sino solo un libro el que podré llevar. Lo más cruel es cuando justo el que te atrajo exceda tu presupuesto.
Anoche me tocó presenciar un caso en el cual un chico fue con ilusión a preguntar por una novela anagrama de Nick Hornby. 18 dólares le dijeron. Ah, dijo él, con la sobriedad con la respondería un arriero comaleño en Pedro Páramo. Y fue a dejar el libro en su estante y fue a por otro, más acorde a su economía de la jornada. Me ha pasado, te ha pasado, nos sucederá. Un “bah, total no estaba tan chévere” mental nos intentará consolar.
3. ¿Dónde lo escondo?
*Miércoles (o tu palabrota favorita), dónde lo escondo”. Quieres llevártelo, te tienta, pero no lo tenías previsto; además quieres revisar otras secciones antes. Te das cuenta que no hay otra copia del libro (y no quieres tampoco preguntar al dependiente), lo lógico es: Esconderlo. Así, cuando vuelvas estará esperándote.
Si están en modo comprador compulsivo de libros, abrirás la billetera por las mismas y sigues tu camino. Sí, con menos dinero para completar la ruta, pero con la sensación de haber puesto la bandera en la luna primero.
4. ¿Qué estoy buscando?
Quizá no hayamos querido socializar con la librera, respecto a qué estábamos buscando, pero no podemos ni debiéramos evadir ese conflicto con nosotros mismos. ¿Qué mismo estoy buscando? Comprar por comprar no tiene sentido. Estamos buscando un libro que nos revuelva los sentidos, sí; pero más allá de esa poesía interior, debemos ser pragmáticos y definirnos:
Quiero algo con ilustraciones. Quiero algo que no supere X dólares. Quiero algo de un autor que nunca haya leído. Quiero completar mi colección de Cortázar o X-men. Quieres historias de amor, ácidos, políticas, teología, mandalas, niños, Dr. Seuss, la amiga escritora chilena… Es ahí cuando tiene sentido preguntarte qué quieres de la vida en ese momento. Cuando ya lo sepas, vas por él.
Ahora, cabe la posibilidad de que de los diez libros que quieres no haya ninguno. Pero calma, tú hiciste lo tuyo. Siempre quedará tu tienda virtual favorita.
5. Acompañante no tan fan de los libros
Sabemos que los libros son tus amigos, pero para escoger en una librería a estos nuevos libros-amigos necesitamos las manos libres de paquetes (tampoco nos disgusta una espalda sin mochila u hombro sin cartera). Puede que sea el momento ideal para ver a aquel amigo o amiga a la que no ves mucho, que te tiene paciencia y que ni le va ni le viene el rollo de los libros. Esa persona estará allí para cuando necesites dejarle tus bolsas a alguien para agacharte, girar, estirar el brazo, evitar que las personas se choquen contigo y despreocuparte de comprar esos libros pasta dura pesados o difíciles de llevar. Por supuesto, luego devuelve la cortesía a tu leal sancho convidándole algo de comer, beber o quien sabe: un libro escogido especialmente para su persona.
Si fuiste solo, olvídalo, y arréglatelas como puedas. Debo decir que al final de la noche sí me estorbaron un poco las bolsas.
6. No lo conozco, pero la portada está bonita
La contraportada pareciera indicarte que es un libro espectacular (están diseñados para que sientas aquello). Lees fragmentos, pinta bien. No sabes quién es, ni de dónde, pero hay algo que te llegó. El precio puede ser un factor (ojalá no tenga que preguntar el precio, sino que esté marcado en lápiz en su primera página). De paso, la ilustración de la portada está genial y es editado por una casa reconocida -ojo, estas publican miles de títulos, eso no es garantía de nada- o al contrario es de una casa independiente y eso aviva el carácter del libro.
La llama está allí… ¿Estás listo para pasar una noche, una semana, un año, una vida, con alguien que conociste hace un ratito?
7. Maldito plástico
No entiendo cómo se supone que voy a saber si quiero ese libro si no puedo ojearlo. Así de simple. Yo no sabía que lo quería, pero me llama la atención y no me queda otra que sacarle a escondidas el plástico y hacer como que lo hizo otro. No, ya lo ojeé, no estaba tan bueno para mí; pero puede que a otra persona le guste y gracias a ti lo sabrá. Un aplauso para esos pequeños héroes que permiten abrir los libros que nosotros no nos atrevemos.
Ah, pero si nos gusta, obviamente nos llevaremos el que sí está forrado intacto. Y lo abriremos en nuestro lugar seguro y lo oleremos y…