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Hay ciertos momentos que te dicen «ya eres un adulto», como por ejemplo, tu primer trabajo de verdad (y la emoción de gastarte el primer sueldo), las primeras deudas que te aquejan a fin de mes, pero el más importante es sin duda independizarse de los padres.
A todos nos llega ESE momento en el que entramos a la adultez por la puerta grande, o simplemente pateándola… Si entre tus planes cercanos o lejanos está irte a vivir solo, debes saber esto antes.
1. Debes enamorarte de la que será tu casa
Cuando estés visitando departamentos, todos te parecerán increíbles. Escoge bien, recuerda que deberás firmar un contrato. Pasa que cuando ya estés en tu sitio ideal, poco a poco te darás cuenta de que tiene fallas. Los anaqueles están apolillados, la cocina es muy pequeña, queda muy lejos del trabajo… y deberás recordar eso que te hizo decir «yo te elijo, departamento», para volver a enamorarte de él.
2. La primera noche siempre será la más difícil
Has estado acostumbrado a tu cuarto por años, tanto que sabes cómo ir al baño sin abrir los ojos. Conoces sus ruidos, sus olores, dónde están ubicadas las cosas, pero hoy te toca dormir solo en tu casa nueva. ¿Sonidos nocturnos? ¡Abraza fuerte a tu almohada! Le darás mil vueltas a la cama antes de conciliar el sueño y al día siguiente te preguntarás «¿Dónde estoy?».
¡Lo lograste! Estás vivo y estás en casa.
3. Quien sacará la basura de ahora en adelante serás tú
Y con esto quiere decir que estarás a cargo de la limpieza y orden de un hogar, tu hogar. Y como es tuyo, esa basura del baño que no quieres tocar es también tuya.
Así es, aprenderás a manejar tu propia basura. Literal y figurativamente. Puede que haya días en que dejes desperdicios acumulados o simplemente se te olvide dejarla antes de que pase el camión; pero de a poco aprenderás a ser responsable de tu basura.
4. Ser obsesivo compulsivo con la limpieza y el orden no está tan mal
Como has aprendido a manejar tu basura -y no es algo que te agrade tanto-, puede que te conviertas en un obsesivo compulsivo de la limpieza y el orden. Sabes que es mejor evitar acumular suciedad, porque ¡BICHOS!
No te sorprendas si dejas los platos limpios siempre porque ¡cucarachas!; o si dejas todo siempre en orden porque es así y punto.
5. Pan y agua no es comida
Tampoco lo es la sopa de microondas. En algún momento -tal vez cuando acabes con una infección estomacal- te darás cuenta de que vivir de enlatados no es lo más saludable. O incluso que comer fuera no es lo más económico.
Atrévete a explorar la gastronomía con tus propias manos. Sí, aprende a cocinar. Arroz con huevo suena bien para cuando estás con pereza, pero aprende a hacer algo más… nutritivo.
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6. Las compras: el ritual sagrado
Semanal, quincenal o mensual. ¿No hiciste compras? Pues no tendrás qué comer hasta que… -bueno- hagas las compras. Mamá ya no estará para alimentar a todos con las dos verduras que hay en la nevera, y para que tú llegues a ese nivel te falta mucho.
Así que, serás un friki de las ofertas, de los cupones, de los nuevos productos… no habrá percha que se salve de ti. Y está bien. Incluso puede que le encuentres placer a «las compras» y te quedes horas dando vueltas en el supermercado, como lo hacías de adolescente cuando dabas vueltas en el centro comercial.
7. Ahora el trabajo cobra sentido
Si te quejas de pasar ocho horas en la oficina, que no te pagan horas extra o que tus compañeros son unos idiotas… recuerda que si no trabajas, no hay como pagar el departamento.
Así es. Has adquirido un gran compromiso: independizarte de tus papás no es cosa de hoy sí, mañana no. Así que ¡a trabajar!
8. Cada centavo cuenta
De esto te darás cuenta cuando hagas «las compras», pero también cuando venga la cuenta de la luz, teléfono, internet y demás.
El ahorro será solo una ilusión hasta que te adaptes y ajustes tus finanzas. Pero por el momento, cada centavo cuenta para pagar las cuentas.
9. Cuanto te enfermas, te enfermas solo
Siempre podrás llamar a mamá para que te diga qué le debes poner a la sopa de pollo, pero ten en cuenta que tú eres quien está con ese resfriado mortal y no hay nadie más en casa. Echarse a llorar no es una opción, hacer la sopa de pollo sí.
Así que desde ya ten un botiquín de primeros auxilios en casa, además guarda siempre en la alacena miel, limón y té.
10. Expectativa versus realidad
Y bueno, como te habrás dado cuenta, al inicio las cosas serán duras. Tienes muchas expectativas sobre tu nueva vida en libertad, como fiestas alocadas, decoración de revistas y cenas increíbles. Pero esta será tu realidad:
Fiesta vs. día de limpieza:
Alcoba de película vs. no alcanzo ni a arreglar la cama:
Comidas deliciosas vs. galletas y atún:
Pero relájate… irte a vivir solo no es solo la desgracia que acabas de leer. Al llegar a casa estarás en tu lugar, el que has escogido y se sentirá bien. Las cosas se van a ir dando y dejarás de comer galletas, sentarte en sillas plásticas y en los días de limpieza te darás cuenta que has terminado siendo como tus padres.