Compartir
La consigna era sencilla pero poderosa. Tomar una foto a un extraño (podía ser mujer también) y luego preguntarle si lo puede besar. Y captar inmediatamente su reacción con la cámara. La fotógrafa noruega, Johanna Siring estaba en el festival Roskilde en Dinamarca, un buen lugar para besar a extraños, para vivir la música y para apartarse de convencionalismos.
No tenemos que ser científicos para observar los notorios cambios que produjo en las personas del experimento social, ser besado.
Pero si nos atenemos a las razones de la ciencia, Siring lo tenía muy claro. Un beso estimula terminaciones nerviosas, más aún en los labios. Esto causa una segregación dde domania y oxitocina, por tanto la persona se alegra inmediatamente, o se sorprende también, pero en cuando su organismo le trasmite el mensaje, pondrá caras como las de las fotografías y se crea un vínculo entre dos personas.
Tampoco descubrimos nada diciendo que un beso bien recibido es poderoso, pero no es usual ser fotografiado luego de recibir uno. He allí la sencilla genialidad de Siring, quien reside la mayor parte de su tiempo en New York.
Siring considera que es bueno expresar lo que se siente, por eso si en su observación del mundo siente un pensamiento positivo acerca de alguien, se ha comprometido a decírselos, sin importar si conoce o no a dicha persona pues para ella «¿qué puede ser mejor que recibir un cumplido de un extraño?».
Al final una mente abierta es la mejor forma de conocer a la gente con verdaderos respeto, sin importar el aspecto, nacionalidad, etnia o religión. En una época en que mucha gente se esfuerza por ser políticamente correcta y que ciertos gestos suelen ofender, no tanto por el gesto, sino por el prejuicio de quién lo realiza, esta galería de Siring intenta precisamente abordar el respeto hacia el espacio y las emociones de los demás desde la cercanía y la intimidad.
Creando nuevas relaciones y aprendiendo sobre los pensamientos e ideas de extraños, puede que podamos construir puentes y combatir la ignorancia y los juicios.
– Johanna Siring, a Revista i-D Vice.
Veamos más de esas reacciones a los besos de la fotógrafa, quien por cierto hizo buenos amigos en el Festival durante dos días. No importaba el género, ni las razas o las edades. El asunto aquí era captar las reacciones y dejar que las personas sean como desean ser. Por lo general todos querían lucir confiados antes de los besos y se nota la pose en casi todos, al aceptar el trato, pero una vez que se besaban esa máscara se caía y daba paso a una más espontánea.
«Algunos me daban un beso rápido y luego mueren de risa después, mientras que algunos se fueron directamente a hacer,» dice ella.