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Simona es una ruidosa y juguetona schnauzer de pelaje blanco con suéter rosa que se pasea por la casa de sus humanos sin más preocupaciones. Ella quiere encontrar su plato de comida y pelear con el cojín del sofá. Está ahí, echada a mi lado mientras escribo, calentándome los pies. Su batalla con el cojín la ha dejado exhausta. Por su perruna cabeza no se pasean las imágenes de horror que podrían estar sucediendo a los animales en Canadá en este momento. A otros perros y gatos en ese frío país en América del Norte… ¿Y por qué de deberían, si a ella la tratan bien?
En casa de Simona se han oído muchas noticias, pero no la del caso de violación que dio paso a una polémica ley en Canadá. La normativa en cuestión permitirá a las personas realizar actividades sexuales con animales, siempre que se excluya la penetración y donde el animal no salga lesionado. En el país del norte, dicen varios medios, no estaba «clara» la definición de zoofilia por lo que tuvieron que ser más específicos.
Simona gruñe como si supiera lo que escribo. Levanta la cabeza y me mira, por un momento soy una extraña para ella. Me acerco, le acaricio la cabeza y se vuelve a echar sobre mis pies. Pienso un momento en su confianza, luego en el caso canadiense. Me siento indignada, triste.
Un tipo que abusó de sus hijastras, que les hizo vivir los horrores y dolores innombrables de quién sabe cuantas violaciones, también les cubría los genitales de mantequilla y hacia que su perro los lamiera para grabarlo en video. Incluso intentó que el can penetrara a una de ellas. ¿Y este tipo de abuso lleva a que la Corte Suprema de Justicia de Canadá legalice estos comportamientos? Obviamente los actos sexuales forzosos siguen siendo ilegales y el abusador del caso cumple hoy una condena de 16 años de prisión. Sin embargo, a partir de ahora, ser un animal en Canadá será difícil. Los abusos potenciales que trae esta «definición» legal dejan a un sector de seres vulnerables a disposición de depredadores sexuales. Por suerte hay quienes han alzado la voz.
«La ley canadiense da luz verde a los abusadores para usar a los animales para su propia satisfacción sexual. Esto es totalmente inaceptable, en contra de las expectativas sociales, y no se puede permitir que continúe», denunció Camille Labchuk, director ejecutivo de Justicia Animal.
Simona comienza a ladrar con dirección a la ventana. En el paisaje no hay nada que pudiera molestarla. Ella continúa y me pregunto si es por este artículo que acabo de leerle. Los gritos de Simona inundan la casa de un sonido fiero al principio y lastimero al final. La cordillera de los Andes se extiende en el horizonte y tal vez lleve ese mensaje intangible hacia el norte, hacia donde lo necesitan los animales en Canadá.