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Me consideraba una persona normal hasta hace unos meses que fui víctima de la moda fitness. Y de repente pasé a ser «la gorda» de mi grupo de amigas. No rellenita, no pasada de apetito, la G O R D A. Todo empezó en una de nuestras usuales reuniones para ver películas en casa de M. a la que llevé una gran bolsa de papas fritas y un dip de pollo. El shock inicial lo tuve al abrazar a mi amiga, que estaba mucho más flaca de lo que la había visto antes, y después continuó al ver a S. y D. igual de delgadas y tonificadas. Hasta ahí todo bien, raro, pero bien.
El infierno de la moda fitness empezó para mí cuando, después de saludarme, mis amigas se quedaron mirando mis snacks con cara de asco. Su mesa de aperitivos incluía pasta de garbanzos, apio, zanahorias, pepino, nueces variadas y frutillas. Parecía la comida para un pocotón de viejas (o pájaros) que se reúnen a tomar el té. Mis amigas me miraban como si fuera de otro planeta y en mi mente solo se escuchaba «moda fitness, moda fitness, moda fitness» como una especie de conjuro. Al parecer yo seguía siendo la única que no se había enterado de que S. era vegetariana y que M. y D. eran veganas.
Decidieron botar lo que traje a la basura y perdonar mi «falta de cultura y conciencia». Empezaron a adoctrinarme porque es evidente, en su opinión, que me sobran como 40 libras. Que por qué no hacía ejercicio, que por qué no amaba a los animales, que por qué seguía comiendo parrilladas, cerveza, papitas… Más claro, que por qué seguía siendo yo misma y no había intentado unirme a la moda fitness que a ellas las invadió. Me hablaron del WOD (work out of the day), del crossfit, del running, del yoga y del pilates. De que si S. ya podía hacer el saludo al sol, de que si M. ya podría concursar en la próxima edición del 10K, de que si D. ya sabía preparar raw cookies. Oyéndolas supe que sus miradas tenían razón, yo estaba en el planeta anti fitness.
¿Dónde están las personas que desayunan huevos con tocino, pan blanco y jugos de supermercado? ¿Dónde quedaron los vegetales y frutas acarameladas? Sobre todo, ¡dónde están mis amigas!, esas con las que comía hamburguesas con tocino y refrescos a las 2:00 am. Creo que ellas han olvidado que solíamos hacer batidos con helado, chocolates y gomitas. A estas nuevas chicas que usan las piel de mis amigas no las conozco.
Yo prefiero comer rico y vivir poco, a pasarme comiendo lechuga el resto de una vida bicentenaria. No me mal interpreten: yo bailo todos los días y de vez en cuando corro, pero no hago running y por ende no soy runner, ni corro 5k porque la hija de la vecina se sacó 10/10 en la lección. Amo a los animales, pero igual consumo carne. Soy consciente con el planeta, pero la bicicleta no es mi medio de transporte.
Y a pesar de haberles dicho todo eso ayer, llegaron las tres a mi trabajo con un regalo: me han inscrito en una de sus clases de fitness.