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«Ya hemos emitido más dióxido de carbono a la atmósfera de lo que nuestros océanos y bosques pueden absorber, hemos agotado los bancos de peces y talado bosques más rápidamente de lo que pueden reproducirse y volver a crecer», explica la ONG Global Footprint Network.
Han pasado ya ocho meses de lo que va del año y, aunque te olvidaste de las metas anuales que escribiste en enero, no te olvidaste de seguir con tu vida poco amigable con el planeta, como lo habías estado haciendo. Sí, te gusta leer sobre cómo los demás viven una vida ecoamigable, pero solo por curiosidad, como el de ver golpear a una mujer en la telenovela solo para saber cómo es, pero no para saber cómo actuar. En eso nada más se ha convertido nuestro afán ambientalista, M O R B O.
El ocho de agosto de este año siempre será recordado como aquel día en que evidenciamos los pocos fondos que tenemos para financiar un cheque que no podremos pagar jamás. Puede que te alivie saber que quien nos cobra no es tu vecina malhumorada, sino que es un ente, espacio, un mudo que lanza llamas de vez en cuando… El planeta Tierra no tiene abogados, aunque podría considerarse a algunas organizaciones como tales, en todo caso: creo que van perdiendo ¿Por qué lo digo? Pues porque aún con todos los esfuerzos llegó el Día del Sobregiro. El ocho de agosto de 2016 la humanidad existente acabó todos los recursos naturales que la Tierra puede regenerar en un año. Eso quiere decir que a partir de ahora empezaremos a utilizar los del siguiente y luego los del siguiente y luego…
« ¡Tus selfies con animales salvajes NO son tiernas! »
Antes de que los ambientalistas me caigan encima por decir que todo esfuerzo institucional es inútil, quiero explicarme. Estoy cansada de firmar peticiones en change.org, de sembrar una vez al año un par de árboles, de utilizar desodorante en barra y no en aerosol. Sí, pequeñas acciones hacen grandes cambios, eso dicen, pero no puedo verlo en la práctica. Y no creo que pueda verlo cuando las grandes empresas políticas y económicas se encargan de doblar (o triplicar) su contaminación al planeta mientras yo uso una bolsa de tela y no de plástico para hacer mis compras mensuales.
Creo que el problema radica en una sola cosa. Como lo llama un compañera de trabajo: los activistas de teclado. Dícese de aquellas personas que están prestas a vociferar cualquier reclamo e ideología, detrás de las pantallas de su computador o celular, pero nada más pasa después de eso.
Esta es la única razón que puedo encontrar para entender el Día del Sobregiro. Porque en realidad yo pensé -inocentemente- que tantos grupos en Facebook sobre cuidado del medio ambiente, tantas caras tristes en una foto de un desierto que antes era un bosque, tantos auto-denominados ambientalistas, significaba que cada vez había más gente haciendo consciencia. Y ¡PUF! la cachetada directa al rostro (y sin guante).
Por supuesto, hay que aclarar que el Día del Sobregiro es algo que ya se ha «celebrado». La diferencia es que la última vez, en 2000, fue a principios de octubre, ahora se nos ha adelantado… En fin, no quiero terminar rogando reflexión y acción (ya me cansé de ello), prefiero terminar con una frase ambigua que las madres saben muy bien utilizar: Hagan lo que se les de la gana.