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En su libro El fútbol a sol y sombra (1995), Eduardo Galeano recopiló su particular visión del deporte que apasiona a Latinoamérica y el mundo. El texto está lejos de ser una novela o un cuentario, pues en ella se narra una historia fragmentada en relatos cortos. Los relatos se mezclan con recuerdos e imágenes que provoca la poesía traspapelada con la que Galeano nos cuenta la historia del fútbol y sus momentos más memorables.
«Como todos los uruguayos, toditos, yo nací gritando gol. No tengo nada de original porque, como se sabe, en mi país las maternidades hacen un ruido infernal porque todos los bebés se asoman al mundo entre las piernas de la madre gritando gol. Yo también grité gol para no ser menos y como todos quise ser jugador de fútbol».
Haciendo un recorrido cronológico y autobiográfico del fútbol, Eduardo Galeano se interna en todos los elementos y los escenarios de este deporte. Desde sus inicios, cuando fue inventado por los británicos y los árbitros usaban pantalones largos para dirigir el partido, hasta tiempos modernos donde la tecnología se conjuga con el fútbol. Designándole un lugar indispensable a cada uno; el hincha, el estadio, el árbitro, el ídolo, Galeano conjuga un universo donde perfectamente conviven los más grandes triunfos y decepciones de este deporte.
Todo este largo proceso es dirigido por el mayor campeonato que tiene este deporte: El Mundial de Fútbol. Con el Mundial como pretexto e hilo conductor, Eduardo Galeano desarrolla la historia de este deporte. Tomando en cuenta la visión de un sudamericano, nacido en Uruguay, como el mismo autor resalta constantemente. Esta visión, sin embargo, es la que menos pesa en el estilo del texto. Por otro lado, la poética al momento de narrar, una característica conocida en Galeano, es lo que invita a reflexionar y evocar los paisajes que salen de sus palabras. Como la tan sola descripción de un gol puede ponernos ante una imagen que trasciende el lenguaje.
“Cada vez que la bala blanca sacude la red puede parecer misterio o locura, pero hay que tener en cuenta que el milagro se da poco”.
Los mundiales han sido desde el inicio acontecimientos que dan cuenta de una situación histórica. Este elemento no pasa desapercibido por Eduardo Galeano, quien constantemente contextualiza los acontecimientos mundiales con el campeonato de fútbol.
“Domitila Barrios y otras cuatro mujeres de las minas de estaño iniciaban una huelga de hambre contra la dictadura militar de Bolivia, al rato toda Bolivia estaba en huelga de hambre, la dictadura caía. La dictadura militar argentina, en cambio, gozaba de buena salud, y para probarlo organizaba el undécimo Campeonato Mundial de Fútbol”.
El fútbol a sol y sombra, no es solo un anecdotario de los mundiales, es también un repaso a través del desarrollo de este como deporte. Se realiza a través de nuevas reglas de juego, mayor rapidez en los movimientos y también se origina una nueva forma de ver el balompié. Eduardo Galeano lo denuncia como una forma de fútbol de negocio. En más de una ocasión, se contempla un crítica hacía La FIFA y los grandes mercados que han industrializado al deporte y convertido a sus jugadores en máquinas de carne y hueso.
Pero dentro de este caos que gobierna al fútbol, queda el fútbol. Eduardo Galeano también abre un gran espacio en su obra para albergar a los ídolos. Por este pasillo de la gloria improvisado, pasan Pelé, Maradona, Garrincha y otros héroes del fútbol que le recuerdan al autor que siempre el deporte prevalece.
“Sus artes malabares encienden la cancha. Él puede resolver un partido disparando un tiro fulminante de espaldas al arco o sirviendo un pase imposible, a lo lejos, cuando está cercado por miles de piernas enemigas”.
Eduardo Galeano proclama la vuelta a lo auténtico, a aquel fútbol de la felicidad y la tragedia en un solo espacio de tiempo. En palabras del autor refiriéndose a los primeros pobladores del fútbol, “la pelota no era pateada sino retenida y poseída, como si los pies fueran manos trenzando el cuero. Y en los pies de los primeros virtuosos criollos, nació el toque: la pelota tocada como si fuera guitarra, fuente de música”. Es este deporte que reclama también la hinchada cuando los que hacen las reglas del juego, también distorsionan las reglas del disfrute y lo banalizan.
En la parte final del libro, Eduardo Galeano habla de cómo la tecnología y las marcas abren las puertas hacia un nuevo mundo, pero van cerrando el ojo del espectador. Él se considera afortunado por haber tenido la oportunidad de ver jugar a grandes ídolos como Pelé o Zico. Sin embargo, el escritor se muestra escéptico frente al futuro sin dejar clara su causa. ¿Teme que este sea el fin de los ídolos o fue invadido por el miedo a lo desconocido y nuevo?
En la actualidad podemos decir que ese futuro incierto ante el fútbol del que Eduardo Galeano habla en su libro no se ha cumplido. En los días comunes como hoy, cuando todavía no hay un mundial cercano, aún podemos toparnos con alguna nota sobre este deporte. Los recuentos del último partido aparecen inevitable narrados en algún televisor, celular o tableta. Aquella voz que va apagándose y gritando un último gol está siempre presente.