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Ahora, en la segunda década del siglo XXI, los mandatarios utilizan las redes sociales para enviarse comunicados, aunque oficialmente siguen utilizando los medios diplomáticos tradicionales, pero su presencia en línea a veces es determinante. Quisiéramos imaginar la interacción entre jefes de estado en los tiempos de la II Guerra Mundial si hubiesen tenido esas herramientas virtuales. Pero tenían otras, entre ellas la epistolar: cartas de guerra.
Así, el 14 de abril de 1939, el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt hizo llegar una misiva telegrama al entonces canciller del Reich alemán Adolf Hitler y al Duce Mussolini, que fue criticada principalmente por dos motivos:
- Exponía de forma demasiada directa para su época una pregunta que podía sonar a provocación: ¿Está dispuesto a ofrecer garantías de que sus fuerzas armadas no atacarán o invadirán el territorio o posesiones de las siguientes naciones independientes: (nombraba 28 países)?
- Dio pie a que Hitler de una respuesta ante los diputados del Reichtag, donde incluso de forma jocosa, ridiculizaba la pregunta de Roosevelt, que según él solo estaría en la cabeza de alguien de enferma imaginación. De hecho Mussolini habló de ella como «efectos de la parálisis progresiva» que aquejaba al presidente norteamericano.
Los 28 países citados por Roosevelt eran Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Suecia, Noruega, Dinamarca, Países Bajos, Bélgica, Gran Bretaña e Irlanda, Francia, Portugal, España, Suiza, Liechtenstein, Luxemburgo, Polonia, Hungría, Rumania, Yugoslavia, Rusia, Bulgaria, Grecia, Turquía, Irak, las Arabias, Siria, Palestina, Egipto e Irán. Según Hitler, en su respuesta el 28 de abril de 1939, encomendó a su Cancillería a preguntar a cada uno de eso estados si es que se sentían amenazados, si esa inquietud de Roosevelt fue hecha bajo su sugerencia o consentimiento. Y todos los 28 países habrían respondido de forma negativa, según el alemán, quien años más tarde mencionaría que su respuesta permitió frenar por un tiempo el «torrente verbal de este belicista de aire bonachón (refiriéndose al norteamericano)».
Hitler terminaría invadiendo Polonia ese mismo año y luego se desataría la II Guerra. Según él fue algo que Alemania intentó evitar a toda costa, pero argumentó que las presiones recibidas por los anglosajones con la campaña de incitación para acabar con los gobiernos que ellos juzgaban de totalitarios, mientras permitían el avance de su aliada Rusia por el este de Europa, fue determinante para que Alemania reaccionara.
Cartas de Gandhi por la detención de la guerra
El pacifista Mahatma Gandhi envió una carta muy sentida el 23 de julio de 1939, a Adolf Hitler, a quien en principio llamaría su amigo. En su párrafo principal señala: «Es muy claro que hoy en día es la única persona en el mundo que puede evitar una guerra que podría reducir la humanidad al estado salvaje. ¿Debe pagar ese precio por un objetivo, por muy digno que pueda parecerle?».
Nunca sería contestada y no se sabe si llegó a su destinatario. En una segunda carta del 24 de diciembre de 1940, ya arrancado los bombardeos, Gandhi le diría:
«… Me refiero a actos como la humillación de Checoslovaquia, la violación de Polonia y el hundimiento de Dinamarca. Soy consciente de que su visión de la vida considera virtuosos tales actos de expoliación. Pero desde la infancia se nos ha enseñado a verlos como actos degradantes para la humanidad. Por eso no podemos desear el éxito de sus armas.
Pero la nuestra es una posición única. Resistimos al imperialismo británico no menos que al nazismo. Si hay alguna diferencia, será muy pequeña. Una quinta parte de la raza humana ha sido aplastada bajo la bota británica empleando medios que no superan el menor examen. Ahora bien, nuestra resistencia no significa daño para el pueblo británico (…)».
Tampoco sería oída. Más de 50 millones de muertos.
Einstein aconseja a Roosevelt sobre desarrollo de bomba
Uno de los métodos de disuasión militar de las potencias mundiales es el desarrollo de armas de tal magnitud que otras naciones teman atacar por temor a represalias inconmensurables. Una de esos desarrollos científicos fue el proyecto Manhattan para lograr la bomba atómica antes que la consiga la Alemania Nazi. Volvemos a 1939, esta vez el científico alemán Albert Einstein envió a Franklin D. Roosevelt una carta que significaría el germen de dicho proyecto, que terminaría sufriéndolo Japón, en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Luego de esto Einstein diría: «Debería quemarme los dedos con los que escribí aquella primera carta a Roosevelt».
¿Pero qué decía dicha carta?
«Algunos trabajos recientes realizados por Enrico Fermi y L. Szilard, de los cuales he sido informado en manuscritos, me llevan a esperar, que el elemento uranio pueda convertirse en una nueva e importante fuente de energía en el futuro inmediato (…)
… Este nuevo fenómeno podría conducir también a la construcción de bombas, y es concebible – aunque con menor certeza – que puedan construirse bombas de un nuevo tipo extremadamente poderosas. Una sola bomba de ese tipo, llevada por un barco y explotada en un puerto, podría muy bien destruir el puerto por completo, así como el territorio que lo rodea…
(…) b) Acelerar el trabajo experimental, que en estos momentos se efectúa con presupuestos limitados de los laboratorios de las universidades, mediante la aportación de financiación si es que fuera necesario, a través de contactos con particulares del ámbito privado que estén dispuestos a hacer contribuciones para esta causa, y tal vez obteniendo también la cooperación de los laboratorios industriales que cuenten con el equipo necesario.
Tengo entendido que Alemania ha detenido actualmente la venta de uranio de las minas de Checoslovaquia recientemente tomadas por la fuerza (…)».
Roosevelt atendió el pedido y aceleró las investigaciones. Más de 120 mil muertos producto de las bombas atómicas y podríamos sumar 100 mil por los bombardeos no nucleares a Tokio con napalm.