Compartir
La noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre del 2014, 43 estudiantes del estado de Guerrero, en México, fueron secuestrados. Según las últimas declaraciones oficiales, fueron asesinados y calcinados en un basurero del municipio de Cocula, por órdenes del presidente municipal, en contubernio con grupos delictivos ligados al narcotráfico.
Desde aquellos días, los familiares han emprendido una serie de protestas con el fin de reclamar el esclarecimiento de los hechos, apelando a instancias nacionales e internacionales para evitar que el caso sea cerrado y relegado al olvido. Estas exigencias, cuya máxima expresión se ha alcanzado en todos los rincones del país, y en algunas regiones del mundo, obedecen a la incredulidad de los deudos. Muchos aseguran que las evidencias presentadas por la procuraduría y las supuestas confesiones de los detenidos no explican los hechos, por lo cual discrepan del razonamiento científico y el sentido común más elemental. Según el ex-procurador Murillo Karam, los autores materiales del homicidio de los 43 normalistas, señalan textualmente que los cuerpos fueron quemados con diésel, gasolina, llantas, leña, plástico, entre otros elementos a una temperatura de 1.600 grados centígrados.
Para este momento, las declaraciones de algunos científicos, investigadores y académicos, han reforzado la incertidumbre de la población, al asegurar que bajo las condiciones oficialmente señaladas es imposible convertir a cenizas 43 cuerpos humanos y que para ello se requieren de condiciones especiales. El investigador Francisco Patiño, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), exigió que también se investigaran los hornos de empresas fundidoras, ya que son las únicas capaces de convertir en cenizas los cadáveres, y añadió, que para quemar 43 cadáveres se requieren alrededor de 30 toneladas de troncos. Esta tesis fue apoyada, de manera independiente, por el Dr. Jorge Montemayor, investigador titular del instituto de Física de la UNAM.
¿Por qué no creerle al gobierno?
El informe científico y la investigación desarrollada por la procuraduría general de la república, asegura que el presidente municipal de Iguala, Jose Luis Abarca, y su esposa María de los Ángeles Pineda, ordenaron a la policía municipal ejecutar el crimen, en complicidad del grupo delictivo “Guerreros Unidos”. Esta última declaración, también encuentra contradicción con las últimas fotografías publicadas por el ejército, donde se comprueba que elementos castrenses revisaron los hospitales cercanos, interrogaron y fotografiaron a estudiantes normalistas que se encontraban esperando atención médica por heridas de arma de fuego.
Ante estas contradicciones, la mayoría no hesita para escudriñar cada palabra pronunciada por los funcionarios de la presente administración, quienes pertenecen a un linaje político que se ha caracterizado por orquestar crueles episodios de represión que trataron de ser minimizados y ocultados con la peor desfachatez e impunidad.
Los mexicanos no dudan por mala fe. Algunos recuerdan Acteal, La masacre de Aguas Blancas, la represión de los normalistas del IPN por el entonces presidente en turno Adolfo, Ruiz Cortines, La matanza del Jueves de Corpus, la represión en Atenco, y otras tantas que fueron negadas oficialmente por los gobiernos Priistas en turno, sin omitir que en cada una, la participación del ejército ha sido más que evidenciada.
De este modo, resulta difícil pensar en un mexicano que en su cerrazón tema y desconfíe de este gobierno de manera infundada. Los más sensatos sabrán que esta paranoia (si se le puede llamar así) tiene argumentos históricos que nos recuerdan que el “el día después” a una represión está caracterizado por un esfuerzo coordinado del gobierno con los medios de comunicación, para maquillar el número de muertos, desprestigiar y calumniar las protestas y justificar la represión.
Y así, habrá algunos viejos desconfiados que aún recuerden que la mañana del 3 de Octubre de 1968, los periódicos anunciaban que “terroristas” y el ejército se habían enfrentado en Tlatelolco, dejando 29 muertos y 1.000 detenidos. Años más tarde se sabría que el ejército asesinó a aproximadamente 350 estudiantes en la plaza de las tres culturas.
Es esta memoria, son estos breves archivos de la conciencia nacional, los que nos han hecho desconfiados y reaccionarios.
Fuentes:
http://www.jornada.unam.mx/2012/05/03/opinion/023a2pol
http://aristeguinoticias.com/0110/mexico/los-muertos-de-tlatelolco-cuantos-fueron/