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La restauración de obras de arte no pierde vigencia. Un mundo sin obras de arte es posible, pero piénsenlo… ¿vale la pena? Todos los días algún artista o aprendiz está realizando una creación que podría impactar al mundo o por lo menos a alguna persona, de tal modo que se llegará a considerar un objeto valioso, más allá de su precio. El arte nos hace sentir grandes y universales. Incluso las cosas bonitas que escogemos para tener son una derivación de esa valoración estética que llevamos perenne en nuestras vidas.
La premisa de la conservación y la restauración es salvar obras de arte de su deterioro, procurando que la intervención sea mínima y buscando respetar el sentido y técnicas de su creador. No siempre es sencillo, porque las tecnologías y materiales usados son distintos a los de hace décadas o siglos.
Toda obra es un reflejo de su sociedad y de la evolución tanto social, intelectual y artística de quienes vivieron determinada época y lugar. En ese sentido, no conservar una obra de arte es como borrar un testimonio histórico. Pero el tiempo no pasa en vano, las visiones cambian y es muy probable que cualquier restauración no quede como la original. Por eso veamos algunos ejemplos de restauración de obras de arte.
Restaurando a Velázquez
Diego Velázquez es uno de los pintores sevillanos más notables de la historia. Por eso, en el Museo de Prado en Madrid decidieron restaurar dos de su pinturas claves realizadas entre 1634 y 1635: los retratos a caballo de Felipe II y de Margarita de Austria.
En el caso del retrato de Felipe III, la restauración dirigida por Rocío Dávila, ha permitido recuperar la calidad de la obra por lo cual dio una imagen llena de vigor y dinamismo, esto principalmente eliminando los barnices y el cúmulo de suciedad.
Algo importante en el antes y después de esta obra, y también en la de Margarita, es que al conformar parte de una serie de 5 cuadros ecuestres se decidió quitar una banda de 50 cm a los costado que fueron añadidos en el siglo XVIII, con lo cual se equiparan las medidas y vuelve a darse énfasis al caballo y los trazos fuertes de Velázquez. Las obras quedaron de 300 x 212 cm (antes su ancho medía 314 cm).
En el caso de Margarita de Austria, como ya dijimos, se eliminaron también las bandas. En este caso se trató de hacer lo mínimo posible, pues como señaló la restauradora Dávila, los trabajos se realizaron durante dos años. Y es que «muchas veces, para restaurar bien, hay que pasar más tiempo mirando que trabajando» y se realizan de la manera más conservadora posible.
Restaurando a Rembrant
Por su parte, La Ronda Nocturna (359 x 468 cm) pintada por el holandés Rembrant, en 1642, tiene también una historia que ejemplifica como una restauración puede cambiar completamente el sentido o en este caso aclarar en todo el sentido de la palabra. El nombre original de La Ronda Nocturna, que es como se conoce popularmente a la obra, es La compañía militar del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh, pero resulta que con el tiempo los barnices y la oxidación oscurecieron la pintura y acogió el nombre por el cual es famoso.
Sin embargo, en 1947 decidieron restaurarlo y al eliminar los barnices resultó que la ronda plasmada en la pintura era de día. Desde el interior de un pequeño portal en penumbra un rayo de luz ilumina a los personajes, según la intención del pintor, muy famoso por su forma de iluminar los cuadros.
Además, en 1715 el Ayuntamiento de Amsterdam había suprimido 60 centímetros del costado izquierdo de la obra. En la imagen vemos el original basado en una copia que quedaba. ¿La razón? Porque no entraba en la pared donde se iba a colocar. Por si fuera poco, en 1975 un profesor aseguró que Jesús lo había forzado a rasgar la obra y por eso le asestó cuchillazos en zigzag. Luego en 1985 le rociaron spray encima. Los restauradores se encargaron con éxito de arreglarlo, aunque queda uno que otro rastro de los cortes.
Restaurando a Miguel Ángel
La Piedad del célebre Miguel Ángel fue atacada a martillazos por un turista que se lanzo sobre la escultura gritando “soy Jesucristo resucitado entre los muertos”. Este acto produjo la necesidad de restauración de parte del Vaticano.
Los quince martillazos produjeron 50 fragmentos, además de romper el brazo izquierdo y el codo. Por fortuna, las copias permitieron comparar la obra dañada y mediante calcos y la reutilización de algunos fragmentos originales, se pudo mezcla cola y polvo de mármol para hacer la restauración de obra de arte.
Por cierto, en 1991 el David de Miguel Angel también fue atacado a martillazos en los dedos del pies izquierdo. De nuevo los restauradores al rescate.
Así, las restauraciones pueden tener muchos motivos, vandalismos, tratar de descubrir qué pigmentos usaron en ciertas épocas, captar el espíritu original de la obra, etc.