¡Ay, que comida repugnante! ¿Cuántas veces pensaste eso cuando de pequeño visitabas a alguna tía que ponía sobre la mesa un potaje que daban más ganas de levantarte de tu silla que de “saborearlo”? O cuando de turista llegabas a algún destino en que las costumbres, entre ellas las culinarias, distaban mucho de las de tu lugar de origen. Es que lo que es repugnante para algunos, es una verdadera delicia para otros.