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¿Cómo afrontarías una pérdida, especialmente cuando quien se va es tu compañero de vida? Existen muchas formas de abandono -y formas de superarlo, dependiendo del tipo de persona que seas- pero sin duda una de las más difíciles es la muerte.
Rosa Montero, española de 64 años, nos presenta su peculiar manera de sobrellevar la partida de su esposo Pablo, con la entrega del libro “La ridícula idea de no volver a verte”. El título puede resultar engañoso pues ella canaliza su sentimiento de pérdida, nada menos que, uniendo la vida y obra de la gran Marie Curie con su situación personal.
La similitud entre sus temperamentos y carácter, aunque con obvias diferencias, le permitió a Rosa Montero contar de manera muy clara y personal la historia de esta científica polaca, quien causó gran revuelo en una época en la que las mujeres no tenían accesos a muchos “beneficios”. La historia de Marie -en el libro- empieza desde la pérdida de su esposo Pierre, su compañero de trabajo y de vida, el padre de sus dos hijas; el hombre del que se enamoró perdidamente con motivos que van más allá del el imponente físico e inteligentes conversaciones.
El título puede resultar engañoso pues ella canaliza su sentimiento de pérdida, nada menos que, uniendo la vida y obra de la gran Marie Curie con su situación personal.
La escritora transmite la fuerza del dolor de la partida de un ser querido, llegando hasta el punto de hacerte sentir parte de ese sufrimiento y experimentarlo como propio. En la mitad de la historia de Marie, que está brillantemente contada, Rosa te da retazos de su experiencia acontecida en el camino de la lucha de Pablo contra el cáncer: los primeros días junto al diagnóstico, la dificultad de ver a un hombre fuerte deteriorarse, la partida y la melancolía de recordar lugares y viajes que emprendieron juntos.
Dos historias sutilmente encontradas que valen la pena conocer. Una lectura ligera y sin modismos, clara y concisa, que nos permite adentrarnos en la fuerte experiencia de superar o tratar de superar una pérdida; de entender que la vida continúa y no sentir la obligación de ser la misma persona, después de todo. De permitir sobreponerte con recuerdos y experiencias a la ridícula idea de no volver a ver a quien amas.