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La palabra linchamientos estuvo muy en boga en Ecuador cuando se aprobó en la Ley de Comunicación el ‘linchamiento mediático’, como figura legal susceptible a ser sancionada con medidas administrativas.
Sin duda la comparación del acoso mediático (o desde el ejercicio del poder) con la violencia de una turba enardecida contra algún presunto delincuente, da mucha tela por cortar. Lo analizaremos en su debido momento, pero en el post de hoy queríamos hablar de algunos casos de linchamientos físicos que nos dejarán pensando.
¿Qué lleva a la gente a agruparse para «ajusticiar» a alguien?
La respuesta es compleja. Hay casos históricos, por ejemplo los linchamientos raciales que realizaba el Ku Klux Klan hasta mediados del siglo XX en EE.UU., y ahora en el siglo XXI en sociedades latinoamericanas muchas veces la justificación de la gente para un linchamiento se resume en la imagen de portada.
«El cansancio de la inseguridad, la delincuencia, los prejuicios, la poca confianza en el sistema judicial…» Kléber, 26 años, sobre por qué la gente ajusticia a otras personas.
Caso Bedelyn Orozco (Guatemala)
Diciembre del 2014. Dispararon a un taxista de 68 años, para robarle en la comunidad de Suchitepéquez en Río Bravo, municipio de Guatemala. Bedelyn, de 14 años, al parecer acompañaba a dos integrantes de una banda de sicarios, uno de ellos habría disparado. Ambos huyeron. Además la gente pensó que fue ella, así que la agarraron en un callejón, fue arrastrada del pelo, abofeteada y pateada por 25 personas… entonces alguien llevó un envase con gasolina para rociarle encima y solo fue cuestión de que alguien le arroje un fósforo encendido. Falleció a los 5 días. Las investigaciones determinaron que ella no disparó y que posiblemente ni siquiera pertenecía a dicha banda. El video fue viral en YouTube. Su familia no sabía por qué ella estaba allá, pues es nativa de otro poblado.
Caso Fabiane María de Jesús (Brasil)
Mayo del 2014. En Morrinhos IV, barrio marginal de Guarujá, Sao Paulo, una ama de casa fue acusada de secuestradora de niños y practicante de rituales de ‘magia negra’. Fue golpeada hasta morir y dejó a dos hijos pequeños en orfandad.
Según el libro La justicia popular en Brasil de José de Souza Martins, en los últimos 60 años, por lo menos 1 millón de brasileños participaron en acciones de justicia de calle. Por su parte en otro lado de Latinoamérica, en Bogotá, la policía señala que en este año hubo al menos 600 actos de justicia propia.
Caso Farkhunda (Afganistán)
Marzo del 2015. Farkhunda mujer de 27 años denunciaba a un vendedor de amuletos, que le parecía contrarios al Islam. El vendedor, molesto, empezó a acusarla de blasfemia provocando la ira de la gente, que la acuso de haber prendido fuego al Corán. Fue golpeada hasta morir y arrojada a un río en Kabul. 11 policías veían la escena sin intervenir. Al final esos policías han recibido 1 año de cárcel por su negligencia. 30 civiles también fueron detenidos, 4 de ellos condenados a muerte y 8 a 16 años de cárcel. En esta foto vemos a activistas afganas llevando el ataúd, una tarea reservada solo para hombres en dicha sociedad.
Caso David Moreira (Argentina)
Marzo 2015. Un par de sujetos robó una cartera en Rosario, Argentina en una moto. Uno de ellos al parecer cayó y fue agarrado por la gente quien lo golpeó de tal forma que murió a los tres días. Algunos clamaban por llamar a la policía pero fueron más los agresores de David, el nombre del carterista de 18 años. No tenía antecedentes penales.
«Nosotros le mandamos al Papa los videos del linchamiento y se horrorizo» dijo Carlos Luna, quién recibió la carta del #Papa. @RadioMitre
— Radio Mitre (@radiomitre) abril 9, 2014
La respuesta del Papa Francisco fue la siguiente:
«Me dolió la escena. Fuenteovejuna, me dije. Sentía las patadas en el alma. No era un marciano, era un muchacho de nuestro pueblo; es verdad un delincuente. Y me acordé de Jesús ¿Qué diría si estuviera de árbitro allí? El que esté sin pecado que dé la primera patada. Me dolía todo, me dolía el cuerpo del pibe, me dolía el corazón de los que pateaban. Pensé que a ese chico lo hicimos nosotros, creció entre nosotros, se educó entre nosotros. ¿Qué cosa falló? Lo peor que nos puede pasar es olvidarnos de la escena. Y que el Señor nos dé la gracia de poder llorar… llorar por el muchacho delincuente, llorar también por nosotros».
Luego de conocer estos casos, ¿cuál es su postura ante los llamados ajusticiamientos populares?