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Érase una vez en el río Guayas… una iguana verde, de esas que andan por el Parque Seminario (sí, así se llama de verdad) decidió salir del agua.
Ella había nacido en la Isla Santay, pero su extensión de 2.179 hectáreas no le fue suficiente a medida que iba creciendo. Así que probó suerte en el río Guayas, el eterno acompañante de la ciudad de Guayaquil, ese que tiene 60 kilómetros de largo.
Iba nadando a contracorriente o a favor de ella. Se alimentaba de lechuguines. Espiaba a los amantes que se besan en el Malecón 2.000. Iba creciendo cada vez más y más…
Hasta que un día, maravillada por los colores de las casitas asentadas en el Cerro Santa Ana, se animó a pasear por Guayaquil.
Lo primero que hizo la iguana de Guayaquil fue irse a su calle principal: La Avenida Nueve de Octubre. Quería conocer el Parque Centenario, ubicado en la mitad de toda la avenida… Le maravilló todo el movimiento de la ciudad, el calor y hasta la humedad. No extrañaba nada estar en el río Guayas.
¡Los guayaquileños se sorprendieron tanto! Lanzaban frases guayacas como:
¡V’esa nota! ¡Mira esa locura, ñaño!
¡Qué lámpara!
¡Ese man está gigante!
Y la iguana de Guayaquil no lo entendía hasta que la gente en la calle se comenzó a aterrar. Hubo quienes comenzaron a correr por todos lados y los carros se comenzaron a chocar… Al igual que ellos, se asustó.
Buscó un refugio, había perdido su camino hacia el Guayas. Deambuló por el centro de la ciudad y finalmente se perdió por completo.
Actualmente la estamos buscando y damos recompensa. Así que asómate a la ventana, tal vez la encuentres afuera.
Fotomontaje: Gabriela Logacho