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El dueño de una fábrica de zapatos cercana a la quiebra encuentra inspiración para salvar su negocio en unas kinky boots. Las brillantes botas eróticas en tallas masculinas terminan por marcar un renacimiento en la empresa. Pronto, tiene muchos pedidos y es un éxito total. Sí te suena a musical de Broadway, estás en lo cierto, pero también estás equivocado. La popular obra de teatro está inspirada en una historia real.
Kinky Boots, la historia detrás del musical
En los primeros años de los 90, Steven Pateman de 30 años había tomado el mando de la empresa familiar. Una fábrica de calzado tradicional llamada WJ Brookes, en el pueblo de Earls Barton en Northamptonshire (Ingaterra). Ésta llevaba más de un siglo en el mercado, pero tenía serios problemas financieros.
El panorama no era alentador, pues muchas de las fábricas cercanas habían cerrado por los cambios en la industria. La moda y la competencia del exterior estaban matando el negocio y Pateman comenzó a buscar nuevos mercados. Una llamada telefónica cambiaría su empresa para siempre.
Crear kinky boots o zapatos femeninos para personas trans, nunca se le habría ocurrido por sí mismo. Sue Sheppard, dueña de una tienda para personas transgénero en Folkestone, buscaba quién pudiera suministrarle botas para sus clientes porque tenía problemas con su proveedor.
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«Al principio, Steve estaba un poco desconcertado por lo que estaba sugiriendo que podría suministrarnos», dijo Sheppard a la BBC. «Dejó muy claro que su firma llevaba un siglo haciendo zapatos de hombres y que los tacones de aguja y las kinky boots no eran lo suyo».
«Pero le expliqué que estábamos teniendo dificultades para obtener zapatos de mujer que les quedasen a los hombres. Le convencí de que el mercado no eran un nicho tan pequeño como el pensaba y, de repente, estaba dispuesto», recuerda Sheppard.
De una fábrica de zapatos tradicional a crear kinky boots
A WJ Brookes le fue muy bien en la década de los 80, pero su negocio era de exportación. El 90% de su producción se enviaba a Alemania y para 1990 la taza cambiaria los estaba matando. De ahí el giro en su negocio.
Steve Pateman se aventuró a entrar en un mercado del que apenas había oído hablar antes de la llamada de Sue Sheppard. ¿Cómo logró llegar a posesionarse? Sus intentos fueron energéticos y tuvo siempre buena disposición.
«De hecho, en un momento Steve dejó llevar. Estaba hablando de botas de piel de leopardo y otras líneas exóticas. Pero lo que mis clientes quieren son botas clásicas de charol negro y zapatos que puedan sostener el peso de un hombre», dijo Sheppard.
En la actualidad, Pateman aún conserva álbumes con la publicidad que sacaron para las botas de su fábrica. «Teníamos a gente de todo el país llamándonos y deseándonos buena suerte mientras trataba de mantener el negocio a flote», recuerda Pateman.
El fenómeno Kinky Boots
El documental de la BBC, Kinky Boots, retrata la lucha de una fábrica de zapatos en Northamptonshire y se estrenó en febrero de 1999. Fue un éxito rotundo entre el público. Steve Pateman recuerda claramente el momento en que se dio cuenta de que el documental había captado la atención del público.
«En el día en el que salió, la BBC me llevó a Londres para hacer un par de entrevistas. Al día siguiente estaba en el metro corriendo por mi tren de regreso a Northamptonshire cuando un hombre me reconoció y empezó a hablarme del programa. Pronto, la mitad del vagón estaba hablando de ello. Fue entonces cuando supe que se había apoderado de la gente».
Sin embargo, la fama no logró salvar a WJ Brookes. Unos 18 meses después de que se estrenara el documental, la BBC actualizó el mismo mostrando el cierre de la fábrica. Todos los esfuerzos tuvieron que llegar a su fin.
En 2005 se estrenó el musical Kinky Boots en la que Steve Pateman pasa a ser un personaje llamado Charlie Price. La historia es cambiada un poco por efectos narrativos. Así aparece Lola, una drag queen que educa a Charlie en la cultura de las kinky boots. Poco después la historia llegó a los teatros como musical y ha seguido produciéndose desde entonces.
«Lo que a la gente le encanta es la calidez de las relaciones en la fábrica, que fue siempre una especie de la familia. Es muy británico, pero los ecos que más resuenan son de cómo las pequeñas empresas manufactureras se enfrentan a una gran lucha para sobrevivir», dijo Pateman.
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