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El populismo no es una ideología política, más bien es un estilo de conducción o una estrategia centrada en una palabra poderosa que es también un concepto abstracto: el pueblo. Mediante un discurso populista todos los esfuerzos políticos debieran encaminarse a satisfacer a quienes llaman el pueblo o sectores relegados.
Por eso en Latinoamérica es muy común escuchar sobre políticos populistas, demócratas, oligarcas y demagógicos. La mayoría de ellos se autoproclaman demócratas, pues entienden que la democracia es el requisito indispensable para el funcionamiento de un país. No obstante, ya en el ejercicio del poder y fuera de él, muchos de ellos son tildados de populistas o de generar un ambiente propicio para el populismo, mediante la demagogia. A otros se les acusa de oligarcas, entendiendo que defienden intereses económicos para que pequeños grupos de poder controlen una sociedad, y por lo general también utilizan tácticas demagógicas para llegar a las masas.
«Los pueblos difícilmente se equivocan«.
– Juan Domingo Perón
Para lo anterior hay que saber llegar a las emociones del pueblo, identificarse con este conglomerado de forma convincente, y una de ellas es mostrarle que llegando al poder mediante algún líder, es posible que ellos estén por fin representados para colmar sus demandas insatisfechas. Algo así como si fueran sus clientes.
Muchos relacionan por ende, el populismo con un afán de estado intervencionista. Hay quienes -de plano- relacionan al populismo como un germen de fascismo. No obstante, de acuerdo a teórico argentino Ernesto Laclau, el populismo es un dispositivo político formal y transferible que puede incorporarse a diferentes compromisos políticos.
El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
– Abraham Lincoln
Según el sociólogo Emir Sader Simon, la palabra populista es la elegida “en el marco del discurso neoliberal, para designar a las políticas consideradas irresponsables, aventureras, inflacionarias, que promueven concesiones sociales incompatibles con las leyes de hierro del ajuste fiscal”. Esto quizá lo refuerza el ex presidente brasileño, Henrique Cardoso, quien mencionó en el 2006 que “los cimientos de todo este edificio (refiriéndose a la integración) podrían socavarse si regresara a la región el populismo -disfrazado de izquierdismo- trayendo consigo el juego de las rivalidades antiguas y muchas veces personales, en lugar de la cooperación institucional entre las naciones”.
“No se puede ser fuerte en todas partes para vencer políticamente, es suficiente ser más fuerte en el momento y en el lugar donde se produce la decisión“.
– Juan Domingo Perón.
Por su parte el periodista argentino Luis Bruchtein resalta que en Europa se llama populista a alguien como Silvio Berlusconi o a los neonazis. En ese sentido “son fuerzas reaccionarias, conservadoras, que se sustentan con dádivas”. Por eso apunta en cambio que la presidencia argentina de Carlos Menem en los 90´s cumple ese perfil, neoliberal pero asociada con el pueblo, a través del peronismo. Sin embargo “el menemismo prácticamente desapareció y en cambio el peronismo ya va a cumplir más de setenta años”.
Lo que sí queda claro es que el populismo no es una ideología política.