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Desde el 1 de febrero a la fecha se han contabilizado 44 primarias republicanas, en las cuales Donald Trump ha resultado mayoritariamente vencedor acumulando 1.144 delegados, dejando a Ted Cruz, John Kasich y Marco Rubio en el banquillo de los perdedores (estos tres últimos renunciaron a su candidatura, dejando a Trump como el único candidato republicano).
Además de ganar la mayoría de las primarias, Trump ha sido acreedor a una serie de insultos y posturas contrarias a sus propuestas y comentarios en general.
Hitler decía que “para poder continuar subsistiendo como un parásito dentro de la nación, el judío necesita consagrarse a la tarea de negar su propia naturaleza íntima”. Muchos acusarán el extremismo de esta frase, pero en algo podríamos asemejarla a las aspiraciones prejuiciosas, minimizantes y separatistas de Donald Trump.
Donald Trump y México, una relación marchita
Además de la amenaza sobre la construcción del muro en la frontera para evitar el paso de los mexicanos “violadores” (como Trump los señala) a Estados Unidos, también ha estimado romper los acuerdos comerciales con este país, indicando que colocará un impuesto del 35% a las importaciones de carros mexicanos, con lo cual, afirma Trump, se logrará solventar el pago de la construcción del muro y que además reactivará la economía de Estados Unidos.
¿Cómo se podría beneficiar Estados Unidos con este impuesto, si el 40% sus importaciones mexicanas tienen componentes estadounidenses?
Parece que Trump olvidó investigar que Estados Unidos y México poseen un sistema de producción compartida. “Alrededor del 40 por ciento del contenido de las exportaciones de México a Estados Unidos son de origen estadounidense. En otras palabras, los automóviles que México exporta a Estados Unidos son ensamblados en México con una buena parte de componentes estadounidenses”, explica Andrés Oppenheimer, periodista e intelectual argentino.
“De cada dólar gastado en importaciones, 40 centavos regresan a Estados Unidos”, indica Christopher Wilson, vicedirector del Instituto México del Centro Wilson, con base en Washington D.C.
Según Oppenheimer, con una tarifa de importación del 35%, los autos estadounidenses resultarían demasiado caros para competir con los japoneses en otros mercados del mundo.
Esto desmejora altamente su lema: “Make America Great Again” (Hacer a América grande de nuevo), pues además de crear una gran tendencia yoista, en donde la única posibilidad de crecer y desarrollar la economía del país es prácticamente a través de ellos mismos, está incrementando el pragmatismo torpe ante problemáticas que requieren -más que un muro e incremento de impuestos- una posibilidad de coexistencia.
Construir un muro no solucionará el “problema” de inmigrantes indocumentados que Trump pretende remediar. Más del 40% de este colectivo ingresa a Estados Unidos por avión con visas de turista y se quedan luego de que estas expiran.
Sería mejor que el postulante republicano explote su obsesión por construir muros jugando Minecraft para PC o Mac.
En este juego sólo va a gastar $26,95, algo mucho más barato que los $8.000 millones que según Trump costaría la construcción del muro antimexicanos. Además, como vimos, la construcción no detendría el flujo de indocumentados y a la larga comprometería de gran manera las relaciones comerciales de EE.UU. Con la tarifa del 35% a las importaciones, México estaría obligado a subir sus tarifas de importación a Estados Unidos, perjudicando en gran manera a los exportadores del país del norte.
Al parecer lo único verdaderamente importante para Trump no es crecer económicamente -ya vimos todas consecuencias que ello acarrearía-, sino construir un muro xenófobo que no sólo separará familias, romperá relaciones comerciales y desvirtuará costumbres; pues también esconderá la mano hospitalaria que traerá consigo la involución y antipatía.