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Un cuerpo cubierto de ceniza y polvo se mueve en un espacio sin definir. Un cuerpo que ha perdido su espacio y lo busca recuperar desde su despojo. Un cuerpo que quizá respira en ese polvo a seres calcinados por la desgracia, llenándose de rabia, miedo, compasión, pero por sobre todo perplejidad. Ese cuerpo necesita expresarlo todo como si fuera el modo de evidenciarlo, sanar y respirar.
¿Qué haría tús si en tu ciudad ocurre un bombardeo nuclear? Hiroshima sufrió el 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, el primer bombardeo nuclear de la historia sobre objetivos civiles de parte de un estado. La fúnebre y lamentablemente famosa foto del hongo de humo que provocó el avión norteamericano Enola sigue estremeciendo. Mientras el agresor se marchaba, dejaba como resultado miles de cuerpos desintegrados y sobrevivientes quemados, desnudos, blancos, cubiertos de ceniza y con la boca abierta tratando de respirar.
Ese suceso dantesco dio pie a que se creara el Ankoku Butoh como una propuesta de expresión íntima y a la vez grotesca del cuerpo, que permita rebelarse contra la occidentalización de Japón. Esto era una consecuencia de la bomba atómica y que alejaba a la gente de su sentido de la tierra y la estaba acercando al hecho de ser solo una cifra más, un ente cuya misión debe ser producir. Por eso en 1959, Tatsumi Hijikata (1928-1986) y Kazuo Ohno (1906-2010) presentaron una obra, con estos silenciosos seres de apariencia zombie que se reconocen en el polvo, pero se reconocen aún con vida.
Demás está decir que aunque es una obra que rechazaba ciertas posturas de occidentalización, fue bastante criticada en sus comienzos. El nombre deriva de la voz Buyó, que es como se les llama a las danzas que no son consideradas tradicionales en Japón. Ankoku por su parte significa ‘lanzar lo negro’ u oscuridad. Por eso se le puede considerar como la Danza de la oscuridad.
“Estrechamos las manos con los muertos quienes nos envían sus estímulos desde más allá de nuestros cuerpos. Esta es la energía ilimitada del Butoh”. Tatsumi Hijikata
En muchos videos podemos apreciar como el Butoh es una danza muy visceral, que no tiene una forma clara; sino que más bien desestructura la forma, para que la expresión surja desde allí, desde esas profundidades donde se ha sido remecido y que alguna vez pensamos que eran inaccesibles. Sin embargo nos conectan a otra realidad y quizá hacia aquello común que hay en tantas personas y que quizá solo apreciamos cuando estas han desaparecido físicamente.
Hay bailarines que llevan más de cuarenta años explorando la danza Butoh y añadiéndole elementos contemporáneos que la transforman en un hibrido. Por ejemplo, la japonesa Yumiko Yoshioka alguna vez señaló a lamula.pe que dicha exploración no se puede analizar con el cerebro racionalmente, sino que hay que alimentarla de preguntas, pues el Butoh resulta un “viaje que permite llegar al macrocosmos”.
Así, el Butoh ha servido para que nuevas generaciones de artistas corporales puedan sumar más caminos al concepto del Butoh. Por ejemplo, Sankai Juku, que es una compañía de danza Butoh nacida en 1975 y que pertenece a la segunda generación de dicha propuesta, profundiza la expresión crítica de la conciencia humana. En sus obras existe un diálogo con la gravedad que permita sincronizar o simpatizar con ésta.