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No todos pueden hablar de sexo así de fácil, como si de abrir una funda de papitas se tratase. No, no se puede. ¡Es difícil! Primero, porque culturalmente el sexo es una zona tabú, un tema prohibido, una palabra íntima y secreta. Segundo, porque nos ponemos rojos como un tomate de pies a cabeza (esto se llama pudor). Tercero, porque no sabemos cómo expresarnos ni qué palabras usar (quién diría que es tan difícil hablar del cuerpo humano). Y cuarto, porque preferimos hablar en doble sentido, donde decimos todo, pero en realidad no decimos nada. La pregunta es POR QUÉ NOS CUESTA TANTO HABLAR DE SEXO.
Después de pensarlo y conversarlo mucho he determinado que éstas 3 razones son las que nos impiden hablar de sexo. ¡Vamos!
1. El sexo es pecado, está mal, es sucio y si lo practicas morirás quemado en la quinta paila del infierno.
Como no hay certezas de que en el infierno exista una quinta (ni cuarta) paila, y peor aún que haya un lugar esperando por ti, mejor no le echemos la culpa al sexo. Las relaciones sexuales, las zonas erógenas del cuerpo humano y los órganos sexuales son los temas favoritos para tildar como inapropiados, sucios, prohibidos. En fin, ¡pecado! Aquel maravilloso libro que es la Biblia (nefasto para otros) apoya constantemente esta idea al condenar, en muchos pasajes, a muerte al cuerpo y al alma por conductas sexuales. Lo gracioso es que no en todos los capítulos se pone de acuerdo, por ejemplo, cuando asume como normal o bueno que ciertos reyes puedan tener decenas de concubinas.
Entonces para no faltar a tu fe o la de los demás, tratarás de pasar por la vida como si el sexo no fuera componente esencial de ésta y eso, oh Señor, causa mucho conflicto interno. Tu cuerpo es tu templo, no un lugar sucio ni prohibido. Explóralo.
2. Solo los hombres pueden hablar de sexo. Las mujeres… ¡mejor no!
No sé quién talló en piedra esta lamentable verdad. Me pasa mucho que en conversaciones con amigos todos pueden alardear de la cantidad, calidad o tipo de sexo que han tenido, pero si una mujer/amiga/novia comenta sobre su vida sexual, en cuestión de segundos una palabra de cuatro letras aparece en la mente de todos los presentes: puta.
Culturalmente (qué horrible esta cultura) la mujer es mal concebida como un ser que no puede ni tirarse un pedo en paz, peor aún tener la desfachatez de hablar de sus encuentros sexuales. NO, NUNCA EN LA VIDA. Si habla de sexo, ya no es ‘pura’, como si la pureza se llevara entre las piernas, en medio de los senos o en la punta de la lengua. Es la misma idea que normaliza el meme de arriba. «Una mujer hermosa debe oler a perfume, no a cigarrillo». Perdón, pero una mujer no «debe» sino PUEDE oler a lo que se le pegue la gana. Que el órgano reproductor de los hombres cuelgue no los hace distintos a las mujeres, no les da más ni menos derechos. El hombre puede oler a perfume, la mujer puede oler a sudor. El hombre puede tomar leche, la mujer puede tomar cerveza. El hombre puede fumar cigarrillo, la mujer puede fumar marihuana. Todo si cada uno lo desea. LIBERTAD.
3. La mala educación
¿A cuántas personas escuchaste decir que hablaron de sexo con sus padres? ¿1 de cada 300? ¡Sí, acertaste! ¿Cuántos padres tuvieron el ‘valor’ de explicarle a sus hijos para qué sirve lo que tienen entre las piernas, cómo deben cuidarlo, qué sentirán y todos los líos propios de tener una vida sexual activa? ¡Se imaginan los problemas y situaciones incómodas que nos podrían haber ahorrado! En fin, nuevos padres, ojo con esto. Eduquen a sus hijos en base a un concepto: la naturalidad. Aunque la sociedad haya cargado con un peso inimaginable al sexo, #NoEsParaTanto. Hablen con sus hijos, explíquenles, ténganles paciencia y conversen con naturalidad de sexo con ellos. Si no lo hacen, los caminos de descubrimiento no serán los mejores: enterarse cómo funcionan sus cuerpo por amigos, por pornografía, por malas experiencias… mejor hablen con ellos.