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El Funkafest 2017 sigue dando muestras de ser un festival sostenible. Si bien es apenas su segunda edición es innegable el atractivo de del río y el Palacio de Cristal (ex mercado Sur) en Guayaquil, además de un público que trata realmente bien a sus invitados. Con un marco así, enseguida los músicos sienten que deben entregarse a fondo. Y más aún si tienen aquel preciado tesoro que todo músico, más allá de su talento, desea tener a caudales: el carisma.
Es lo que sucedió a lo largo de la noche del viernes 22 de septiembre en Día 1 de conciertos del Funkafest 2017. La gente ya se comenzaba a impacientar por que comience el show, así que entraron los Skinny Jeans, la otra banda de Charlie Espinosa (vocalista de Alkaloides, que también se presenta en el festival) desde Quito.
Todos muy casuales y una chica en la batería haciendo un trabajo preciso. Desde el principio llamó la atención el sonido synthpop de la banda. Quienes gustan de ese estilo, se sintieron muy cómodos de arranque, pero canciones como El Cóndor hicieron voltear a más de alguno que no venía precavido y culminaron con Manténlo Salvaje para dejar un buen ánimo en la gente y usar bien el tiempo limitado que tuvieron las bandas iniciales.
Espumita también salió a divertirse y a divertir a la gente. Carlos Nuñez, vocalista y guitarrista de la banda guayaquileña, asume bien su función de frontman y provoca movimiento, gesticula a rabiar. Ellos hacen una suerte de Pixies barriales y playeros, cantan escenas que uno le dice a los amigos, por ende no solo la actitud cuenta sino tener un bajo que sostenga lo que quieren trasmitir en sus presentaciones. Ellos la tienen, su bajijsta logra que la presentación de Espumita no sea anecdótica sino que tome el pulso a la audiencia y la mueva. Destacado su tema ¡Guay! ¡Super Guay! Y los gatitos, hamburguesas y Alvaritos de los visuales que asomaron en la pantalla, geniales.
Es entonces que la primera artista internacional toma el escenario. Sus plataformas de los instrumentos se notan más elaborados y si bien el sonido había sido bueno hasta el momento, no en vano la industria mexicana se destaca por la producción de sus músicos, así que la banda de soporte de Carla Morrison suena muy limpia.
Ella hace baladas pop. En los primeros asientos se siente el intercambio de lugares, hay quienes vinieron a ver a Morrison y sus desgarradoras canciones y hacen el esfuerzo por ocupar los mejores puestos, vaciados por quienes prefieren la escena indie y que se toman un descanso. No se hubieran ido, aun si les disgusta la música más romántica, la fuerza interpretativa de Carla es grande. En la radio sus canciones trasmiten fragilidad, pero en en el escenario ella es portentosa. Su voz por ocasiones no necesita micrófono y es limpia. Incluso en su máximo éxito Déjenme llorar, ella habla con el público y les explica que llorar no es malo, que a veces uno tiene pinches ganas de hacerlo y debiera dejarlo fluir. La canción se torna poderosa. Luego toma su guitarra, vestida de rojo y blanco, canta unas más alegres sin que la energía mengüe. Y se la pide también al público para ofrecérsela a su pueblo mexicano, a quien recuerda por los momentos duros del terremoto reciente, y les hace aprender una melodía para cantarla con ella.
Nueva pausa y La Máquina Camaleón sale a escena. Un hombre vestido de amarillo, gafas y bastón. Pero antes sorprende el sonido de la guitarra y otra vez los sonidos midi sintetizados. Con un setlist muy bien armado, tampoco dejan caer la energía. Una cosa es escucharlos en algún dispositivo y otra en concierto. En tus audífonos uno puede sentirse relajado escuchando esta banda quiteña y moverse suavemente, pero en concierto la presencia de Felipe Lizarzaburu es magnética, como el televisor a blanco y negro que colocan a un costado de su teclado y como su canción, precisamente Los beneficios de ser magnético.
Suenan Motora y la gente se desespera pidiéndole Shiva. Los visuales de la gran pantalla vuelven a ponerse coloridos y eclépticos. Un fan entra y recoge el ropaje amarillo que Felipe había dejado en el piso, se lo pone como chal, sobre el chaleco naranja que ahora lleva el cantante. La seguridad lo ataja y se pretende llevar con exceso de fuerza, pero el vocalista entonces ataja al guardián y salva al muchacho de algún estrujón innecesario en plena escena (no sabemos si en bastidores lo habrán sacado a lo rudo al intruso). Después Felipe finalmente hace uso del TV lo alza como si fuese una roca y lo estrella contra el suelo. Se parte. Y le pregunta gestualmente al público si lo hace de nuevo, el público rockero siempre ávido de destrucción teatral, le dice que sí, así que por ahí chispean algunos pedazos de plástico. Antes lo había desconectado, no sea que le explote ahí mismo, para delicia del show pero complicado para la salud. El sonido, por momentos tuvo pequeños exabruptos (como cuando se golpea un micrófono), además el vocalista mencionaba que sentía un feedback en su monitor. En todo caso, todo parecía acorde. El guitarrista principal hizo una gran labor musical, después de la jornada se acercó a conversar con algunos fans. La cantante guayaquileña Paola Navarrete también estuvo invitada en la canción Zanqueros.
Además Felipe tuvo tiempo para arrojarse en un colchón ortopédico al público. La presentación se terminó de repente por pasarse del tiempo. El vocalista salió a explicarlo y fue retirado por uno de los tramoyistas. Creo que hemos dejado claro que fue entretenido ver a La Máquina en funcionamiento musical.
Y pasaron bastantes minutos para que el escenario quede listo para el plato fuerte Illya Kuriaky and The Valderramas. Corría el riesgo de que el público se enfríe. No fue el caso, porque Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur sonaron alto y fuerte para dejar en claro que aquí la concurrencia se iba a mover
El guitarrista que lucía un afro que por sí mismo justificaría ser un Valderrama, llevaba un ritmo contagioso. Pero sin duda musicalmente fue una noche para el lucimiento del bajista, que con un sonido envolvente nos fusionó a todos los asistentes al hip hop, rap y especialmente funk que los IKV ofrecen. Un éxito poner de segunda canción Jennifer del Estero, que se la sabe todo el mundo y te conecta enseguida con la propuesta que ves en el escenario.
De ahí ellos se mueven ataviados de negro y zapatos blancos por el escenario, incitando a mover la mano, que el que no salta es policía, como en la canción Chaco, o emocionando a la gente con el homenaje al Flaco Spinetta, padre de Dante, quien se pegó un solo inspirado en su guitarra verde. Los noventa sonaron renovados con las versiones de Expedición al Klama Hama o Jaguar House. La gente pidió mucho Remisero, tanto así que el par hizo una pausa para debatir cual sacar del setlist, lo cual se resolvió al final pidiéndole más tiempo a los organizadores. El concierto duró hasta cercanas las dos de la mañana.
Abarajame era el final indicado para una buena función, y Dante pidió que como ya no se podía extender más el concierto, en esta el escenario entero dejase todo en la cancha. «¿Listo Emmanuel?», preguntó. Su compañero, agazapado frente a la multitud, en el centro del escenario, hizo ademán de que sí, que siempre lo está, e iniciaron la frase más cantada de rap/hip hop latino con la potencia de un jamejamejá, que los hizo renombrados por todo el continente.
¿Qué te pareció el arranque del Funkafest 2017?
Fotos: José Vicente Noboa T.
«Mira lo que sucedió en los conciertos de segundo día del Funkafest 2017»