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Odiar es feo, pero tener momentos de odio es justo y necesario, porque hay situaciones y personas que merecen que de cuando en cuando les pase un camión por encima. Por eso si alguna vez gritaste: ¡Cómo odio a los intelectuales de…! Tranquilos, somos legión.
Advertencia: Este odio a los intelectuales (entre comillas) es para aquellos pedantes, pesados, latosos y NO es porque sean inteligentes. Eso sí, cuidado este odio en realidad está disfrazando envidia por su facilidad para demostrar aires de superioridad.
Odio a los intelectuales porque…
1. Odian a Arjona
Este es un punto difícil, porque el mundo hispanoparlante (¡uso este témino adrede!) se divide entre los que aman a Arjona y quienes lo odian. Y aunque yo lo odie también, me da más fastidio que haya gente que no entienda que a veces la gente solo necesita desfogarse y ser cursi, olvidarse de las neuronas, cortarse las venas por desamor y abrazarse con todos los pingüinos en la cama. Es solo un momento, relax. Pero no, el «intelectual» se va a pasar toda una temporada despotricando de que Arjona no es poesía y que no se compara con Silvio. ¡Ya lo sabemos! Lo mismo aplica para su odio por Paulo Coelho y el reguetón. Sí, ya todos hicimos una canción reguetonera mezclando sus 10 palabras más comunes. Ya párale.
2. Odian a los hipsters
Esta es una cosa muy graciosa, porque es como odiarse a sí mismos. Sucede que un intelectual nunca aceptará estar dentro de una moda ni una etiqueta, pero el karma es tan implacable que cuando tú piensas en un intelectual se te viene una imagen muy parecida a los hipsters. ¡Y ellos ahorita están de moda! No puedo evitar reírme.
3. Usan palabras rebuscadas
No estamos a favor del vocabulario de 100 palabras (¡todos a leer más, maldición!) y menos del dialecto «seeeh mY ChYKI5 mu4kZ», pero queridos intelectuales deben comprender que términos como: paroxismo, inocuidad, entelequia en una conversación, no educan sino que son una traba para la comunicación. Hay otros momentos para usarlas. Siéntete feliz con que «procrastinación» se haya popularizado y no cometas la tentación de abusar de las palabras más bonitas y poco usadas del idioma.
4. Salir de compras con ellos es una tortura
Ellos debieran tener el don de contarte bonitas historias de las cosas que ven, pero no. Preferirán comentarte sobre las desgracias del consumismo, el sistema y sobre tu complicidad con las multinacionales. Te dirán que mejor vayan a una galería de arte o cine independiente.
5. Ir a divertirse con ellos es también una tortura
Has accedido. ¿Quién dijo miedo? Es justo que si ellos te acompañaron a comprar, tú pongas de tu parte. Has ido a la galería de arte para abrir tu mente… si no fuera porque estos «intelectuales» se desatan con una avalancha de notas al pie, poses reflexivas y te viven corrigiendo lo que tú vas apreciando. Ah, te advierto que la película independiente puede ser algo lenta inentendible, pero dale, tú podrás mantenerte despierto y hallarle un sentido.
6. Le dicen ‘No’ al deporte
Estás eufórico por el triunfo de tu equipo y ellos solo te dicen algo como que «el fútbol es el opio del pueblo, foco de corrupción y poder desmedido». Sabes qué, mándalos a… hacer ejercicio, para ver si liberan algo de endorfina y son felices. Porque esa incapacidad de empatizar (lo uso adrede) con las emociones de la gente que los rodea, es odiosa.
7. No se callan nunca
¿Has tenido un sabiondo de compañero de clase o en el trabajo? Genial que viva sacando la mejor nota, lo malo es que ¡No se calla nunca! Vive levantando la mano para lucirse, corregir a todos y hace poner de mal genio al profesor.
Afortunadamente hay muchos intelectuales de verdad que te pueden explicar las palabras y teorías más difíciles e incluso contagiarte las ganas de vivirlas con pasión, porque practican el mejor arte de todos: el arte de ser simplemente humanos.