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A los nueve años no estaba dispuesta a dejarme llevar por las portadas, quería que el tema del libro me gustara para leerlo. El libro de Paula Danziger llegó a mis manos por error, era para mi hermana, pero yo sentía que me hablaba solo a mí. ¿Seguiremos siendo amigos? (Amber Brown is not a crayon) es uno de los primeros libros que de verdad amé. Lo recuerdo porque los personajes me parecían muy reales, muy cercanos a quien yo era entonces.
Ámbar Dorado se convirtió rápidamente en mi heroína “trágica” favorita. Seguro te preguntas por qué digo que es trágica. En el libro Ámbar y Justo Daniels han sido amigos desde preescolar y siempre hacen todo juntos, pero ya que los padres de Justo se deben mudar, Ámbar perderá a su mejor amigo. ¿Podrá su amistad sobrevivir a la distancia?
Ámbar Dorado es una chica graciosa y muy decidida. Lleva a la escuela camisetas grandes y mallas negras, aunque ya no se usen, y va con el pelo en dos moños: eso es seguridad en sí misma. ¿Le falta algo para ser más genial? No, realmente. Ámbar es tan segura que cuando uno de los niños de su clase, Roberto, le dice que si necesita el color marrón en su dibujo use su propia cabeza Ámbar le suelta que Ámbar Dorado es una persona y no un crayón. EPIC WIN!
Ámbar te recuerda a menudo que es una alumna desordenada, como casi todas la niñas de su edad, y te lo dice muy claro “Si la limpieza y el orden sirvieran para subir la nota, yo sólo sacaría ceros”. Sin embargo, lo compensa siendo una estudiante atenta y creativa. Su creatividad se nota cuando te dice que tiene una caja decorada con stickers, solo stickers. A los nueve años, ese objeto era para mí el proyecto de arte más original del mundo.
Mi parte favorita del libro era esa cuando Justo escribía fantásticoso, en lugar de fantástico y donde Ámbar le hacía notar su error, pero él se defendía. La relación que tienen Justo y Ámber es una amistad inigualable, se ayudan mutuamente y tienen fortalezas opuestas: ella es desordenada y él organizado, ella tiene una letra muy bonita y él una de garabato, él parece ser disléxico y ella no. Forman un gran equipo.
Me encanta que Justo casi siempre adivine lo que estoy pensando, porque también yo casi siempre sé lo que él está pensando.
Otro factor que me atraía a este libro es que esperaba que mi escuela o mis profesores se parecieran más al señor Coten. Él en lugar de solo hablarles de lugares del mundo, mostrarles diapositivas, fotos o un video, hacía que los estudiantes «viajaran» a China u otro sitio, haciendo una simulación de un avión con las sillas y luego ponía el video, las fotos o lo que sea. Ámbar y sus amigos tienen pasaportes, releen revistas de «3°B en vuelo» -que hacen ellos mismos- y además fabrican y envían sus propias postales desde las tierras lejanas que visitan. ¿Genial, no?
Algo que me pasa con este libro es que a pesar de haberme leído los títulos sucesivos y de leerlo completo a esa edad (más otras cuantas veces en mi adolescencia) nunca recuerdo el final, lo que me obliga a leerlo de nuevo y me gusta más cada vez.
Recuerdo que nunca tuve que llevar mallas a la escuela, ni tuve a un señor Cohen como profesor, pero secretamente aún guardo un pasaporte y un ejemplar de «3°B en vuelo» que hice. Quizá porque nunca hice el tercer grado de primaria, quizá porque era estupendo hacer tu propia revista, pero tal vez fue porque al leer ese fantásticoso libro de Paula Danziger estaba ahí en ese tercero B y como todos tenía que tener un pasaporte y una revista.