Compartir
Probablemente creas que estás libre de ‘malos pensamientos’ y vayas por el mundo creyéndote la persona más ‘open mind’ del universo, sin darte cuenta que algunas tus expresiones verbales y no verbales siguen alimentando prejuicios y promueven la discriminación.
Existen sutiles muestras de prejuicios en nuestras dinámicas sociales que no somos capaces de identificar, por haber sido normalizadas. Es hora de ir identificándolas para evitar la discriminación.
Sobre los prejuicios y estereotipos
Seguro has escuchado que las rubias son tontas. Y probablemente cuando piensas en una rubia, piensas en una mujer blanquísima y guapísima. Es que nos han vendido el estereotipo de que las rubias son súper atractivas y de ese estereotipo nace el prejuicio de que una mujer atractiva usa sus dotes físicos más que los intelectuales. Y así vamos por la vida, viendo a una rubia, creyendo que es tonta y tratándola como una tonta. Así a la rubia le cierran espacios en su vida personal, laboral o social.
Esto, amigos, se llama discriminación y a pequeñas y grandes escalas causa desastres. En este mundo hay tanta diversidad que ponerse a discriminar a la gente da más trabajo que respetar a todos, porque -vamos- somos tan diferente como iguales a ti.
Sabías que, en promedio, los humanos son un 99% similares bioquímicamente, los unos a los otros.
Cómo evitar la discriminación: Toma el test
Probablemente no te hayas dado cuenta que estabas siendo discriminatorio con la rubia, porque habías normalizado la concepción de que las rubias son tontas. Y, en tu defensa, seguro dirás que conoces muchos casos que lo corroboran; sin embargo hay muchos otros que te demuestran todo lo contrario. Así que es hora de identificar esos prejuicios que hemos normalizado y que afectan nuestra interacción con el mundo.
Este test no es para calificarte como ‘buena’ o ‘mala’ persona, sino que son una serie de preguntas que te servirán para cuestionar las actitudes que tienes hacia el resto. Luego de ellas, te comentaremos de algunos ‘sutiles’ prejuicios que mantenemos en nuestra mente y conversaciones de todos los días.
- ¿Cuan seguido te refieres a la raza, etnia u origen de alguien cuando no es realmente necesario? Por ejemplo, la doctora negra, el profesor mexicano. ¿Haz hecho lo mismo con su género o sexualidad, religión o creencias, condición física?
- ¿Alguna vez has asumido que alguien es bueno o malo en alguna actividad (deporte, academia, destreza) por su raza u origen? ¿O tal vez lo has relacionado con su género o sexualidad?
- ¿Alguna vez le has dicho a un hombre que deje de actuar como una mujer? ¿o a una mujer que se comporte como tal? ¿Has recalcado que tales cosas son específicas del género?
- Cuándo te encuentras con una persona con capacidades diferentes, ¿evitas el contacto o se te hace incómodo? ¿Alguna vez evitaste el contacto con alguien debido a su peso corporal o imagen?
- ¿Asumes que la pareja de alguien que conoces es del sexo opuesto?
- ¿Asumes que un adulto mayor no sabe manejar la tecnología? ¿o que alguien más joven no es capaz de hacer, actuar o pensar de una forma determinada?
- ¿Alguna vez has asociado el estatus socioeconómico de alguien con su nivel de educación, modales o cortesía? ¿Tratas de forma diferenciada a personas que no tienen tu mismo estatus socioeconómico?
- ¿Asumes que si una persona es perteneciente a una religión o creencia tendrá actitudes específicas respecto a ti o la sociedad?
¿Qué viene después?
Este es tu momento de análisis. ¿Qué pensamientos y actitudes tienes ante una persona que es diferente a ti? ¿De qué depende tu trato hacia esa persona? A veces es difícil vernos como iguales ante otros, porque no tenemos la misma apariencia física, ni costumbres, ni entorno social; pero algo que debemos tener en cuenta es que todos, indiferente de cualquier aspecto social, cultural, demográfico, tenemos los mismos derechos y deberes como humanos.
Es importante aprender a identificar esos prejuicios que tenemos para combatir la discriminación. Probablemente los prejuicios se mantengan, pero seas capaz de ignorarlos y no dejar que dominen tus acciones y actitudes para con otros.
En la página de Humans of New York encontré algunas historias que combaten estos prejuicios o nos muestran qué es estar del otro lado.
Raza, etnia, origen: Asociamos facultades o la carencia de estas a un grupo étnico, racial u proceder de alguien. En este mundo globalizado, nuestro proceder nos puede ayudar a sentirnos identificados; pero no quiere decir que nos define por completo.
«La comunidad americana de Corea es muy unida. Desde el exterior, a veces puede parecer muy íntima o egoísta, pero está basada principalmente en la supervivencia. Cuando eres un inmigrante, la alimentación de sus hijos y pagar el alquiler viene antes de la integración con la sociedad. Y el apoyo para hacer esas cosas normalmente viene desde dentro de la comunidad (…) Es donde pueden encontrar información, y una red, y empleo, y la gente que les cocina comidas cuando están enfermos. A veces puede parecer una falta de voluntad de integrarse. Pero la cercanía de la comunidad es realmente acerca de tratar de sobrevivir «.
Género, sexualidad: Los seres humanos somos más complejos que hombre y mujer. La sexualidad e identificación de género es una construcción tan personal, que -creo yo- acaba siendo tan compleja por esos limitantes que nos pone la sociedad: ser mujer y actuar como tal, ser hombre y actuar como tal.
Apariencia y capacidades físicas: El peso es un tema siempre en debate; los estándares de belleza nos dicen cómo debemos lucir y eso nos crea un conflicto constante. Pero además existen condiciones físicas que también hacen que seamos vistos de forma diferente y seamos alejados de la sociedad.
«He estado ciega del ojo izquierdo durante unos siete años. Ha sido muy duro en mi autoestima. Yo solía ser muy extrovertida y hablaba con cualquiera. Ahora cuando me encuentro con alguien nuevo, es como que no saben dónde mirar. Sus ojos van y vienen. A veces ellos sólo miran directamente al suelo o en la distancia…»
Edad: Aunque nuestras vidas tienen diferentes etapas, no quiere decir que no podamos vivirlas a plenitud ni dejar de aprender.
«Nos conocimos en una caminata hace 25 años. Él hizo el primer movimiento. Me preguntó si podía ayudarme a subir una cuesta»
Estatus socioeconómicos, educación: En sociedades donde existe una gran brecha socioeconómica y educacional, se logra ver mucha discriminación entre «los unos» y «los otros». Usualmente un bajo nivel de educación o una situación económica baja es mal vista. ¿Realmente el dinero y la educación académica nos hacen mejores? Tal vez nos den mejores oportunidades, pero los valores y actuar congruentemente con ellos probablemente sea una mejor respuesta.
Religión, creencias: Sea por tu fe, tus convicciones, incluso tus gustos o estilo se espera que mantengas una actitud o realices determinadas actividades. En lo que crees definitivamente influenciará tu vida, pero no quiere decir que es lo único que existe dentro de esa persona.
«Hace diez años yo era el protagonista de un documental llamado ‘No Impact Man’. Se trataba de mi intento de vivir durante todo un año con el menor impacto medioambiental posible. (…) Y la película tuvo un montón de atención. (…) Y entonces la gente empezó a atacar. (…) Cuando alguien me llama un héroe, quería darles la razón. Cuando alguien me llama un diablo, quería demostrar que están equivocados. Me tomó una gran cantidad de auto-análisis para darme cuenta de que yo no era ninguno. Hay una plenitud en una persona que es gigantesca y matizada e indefinible. Era igualmente imposible ser un héroe o un diablo. No podía ser contenido por una sola palabra».
La discriminación viene en varias formas: pensamientos, palabras, acciones que -aunque puedan ser involuntarias- están ahí afectando nuestras dinámicas con el resto del mundo.
Claro, cómo evitar la discriminación comienza cambiando nuestra forma de pensar o ver las cosas, pero también en ser más conscientes de lo que decimos y lo que hacemos. Cosas tan pequeñas como «¡Actúa como un hombre!» perpetúan prejuicios y generan un rechazo hacia lo femenino. Sí, sí lo hace. También cuando nos referimos a alguien por su color de piel u origen. Son calificativos que parecieran inocentes, pero realmente son grandes etiquetas que ponemos sobre una persona.
Y ni que se diga lo que pensamos de las personas según sus creencias. Que si es ecologista, pues es hippie piojoso; que si es súper católico, seguro es hipócrita o -en contraparte- es una muy buena persona. Nos incomoda interactuar con una alguien que tiene una discapacidad o -peor aún- nos da ‘pena’.
Pero dentro de esos prejuicios también definimos estándares muy altos para cumplir. Un latino seguro sabe bailar muy bien, porque es latino. Si es gay, seguro sabe mucho de moda.
En conclusión, en un mundo con gente tan diversa, ser rígidos en nuestro pensamientos o determinantes en nuestras acciones nos puede llegar a jugar una mala pasada.
Fuente: Love has no labels, Humans of New York.