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Por Josué Acuña
Josué Acuña analiza desde México sobre el uso de recursos públicos para regalar tablets o dispositivos móviles y la idiosincracia mexicana en el uso del idioma.
En los centros de educación infantil mexicanos, especialmente en los privados, la forma de llamar a una educadora con la palabra miss, se ha vuelto una costumbre que refleja múltiples aspectos de una cultura que ha olvidado explotar su propio idioma. A pesar de que existen alrededor de diez palabras en el español que pueden usarse para señalar a una fémina que se dedica a instruir en alguna institución educativa, los pequeños crecen repitiendo miss.
Las estadísticas señalan que el 40% de las escuelas de educación básica en México carecen de drenaje y el 8% de ellas no posee energía eléctrica. A pesar de eso el gobierno, y la sociedad mexicana en general, insisten en enfocar su preocupación sobre aspectos que se resolverían si se atendieran las carencias más elementales. Por ejemplo, es comprensible que se predique masivamente la importancia de que los niños hablen inglés. Pero es difícil entender que pocos se preocupen de que el 70% de los pequeños no comprende absolutamente nada cuando lee un texto básico en español. Además la evidencia comprueba que los profesores asignados a la enseñanza del inglés, no saben dicho idioma.
Aquí un análisis sociocultural sobre el spanglish.
Angustiados por ajustar a los pequeños a un mundo hostil y competitivo, los padres son blancos fáciles de campañas políticas que prometen inglés y computación en las escuelas. Algunos partidos políticos usan los recursos públicos para regalar tabletas en escuelas primarias, cuyo costo de producción es de 20 dólares. Con tales instrumentos demagógicos, el gobierno expresa su desinterés por mejorar las condiciones en las que se encuentran las escuelas mexicanas, algunas de ellas comparables con porquerizas donde se atenta contra la más elemental dignidad humana.
Este es un círculo vicioso donde los gobiernos en turno simulan preocuparse por la educación, imponiendo pruebas de exclusión al personal docente y fomentando programas sociales para apoyar selectiva y ocasionalmente a comunidades marginadas. Los padres por su cuenta, harán todo lo posible por sacar una computadora a crédito en alguna tienda rapaz que les cobre hasta el 100% de interés, con tal de estar a la “vanguardia”. El objetivo pocas veces se cumple:
Los pequeños son hábiles en redes sociales, pero desconocen la forma de encontrar información de calidad que sirva para su formación escolar.
Estos factores se suman a la ignorancia, el desdén por defender el idioma y a las múltiples carencias sociales y económicas de las familias mexicanas. Esto solo produce niños que pueden ser presumidos por sus padres por saber decir “miss” o “chicken”. Muy a pesar de que en los dictados de la clase de español se observe el “poyo” de algunos que intentaron completar la oración: “El pollo come maíz”.