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Los padres deben tener algo bien claro, los niños aprenden por imitación y ellos son su principal modelo a seguir. Un análisis de Josué Acuña.
A la entrada de una escuela primaria escuché a una madre decirle a su hijo que si no le «echaba ganas» a la escuela terminaría trabajando de basurero o de taxista. Entonces, la señora le preguntó a su hijo: ¿Realmente quieres eso? El niño, de aproximadamente 4 años, respondió que no y se fue hacia su salón de clases.
Sí, los niños aprenden por imitación y captan todo lo que sus padres les dicen. Lamentablemente muchos de ellos crecieron con amenazas como las del ejemplo anterior. Van a la preparatoria e ingresan a la universidad con prejuicios e ideas encaminadas a insertarse a un capitalismo clasista que ha fracasado en asegurar el completo desarrollo y la libertad de los individuos.
Al menos en México, la educación de los padres está basada en una amenaza constante a los hijos para que estos estudien alguna carrera universitaria.
¿La razón? Se piensa que en un medio de pobreza y desigualdad, la formación académica es el único modo de sobresalir y no sufrir las mismas carencias. De manera que los pequeños se imaginan que los «estudiados» viven en un paraíso libre de vicisitudes y que son felices con el trabajo asalariado que les permite escoger el color de su auto o vivir en una urbanización con vigilancia y jardín de juegos.
La mente de los pequeños se configura para ser individuos aptos y útiles para una sociedad que supuestamente sabe compensar el esfuerzo realizado por obtener un título universitario. Fácilmente nos olvidamos que la mayoría de las veces, esta educación deja de lado la búsqueda de la creatividad y toda inclinación hacia el autoconocimiento y descubrimiento de talentos propios. A pesar de que estos generen capacidades para encontrar lo que les hace feliz, sin poner al dinero y la posición social como objetivos primarios.
El modelo educativo eclipsa el deseo de cultivar las virtudes humanas más básicas, sin embargo juzgan sin piedad cuando aquel desdén por los valores se manifiesta en niños asesinando a otros niños, o en niños de primaria abusando sexualmente de sus compañeras. Estos actos de barbarie, donde se pide que los niños sean juzgados y castigados como adultos, son el resultado de una educación que ha priorizado el alcanzar méritos académicos y económicos. Esta visión ‘plutofílica’ los acompaña como un estigma en el que observan un mundo que valora el éxito a través de la sofisticación y el dinero, mas no por la calidad humana.
Las razones correctas para educar
Se debería educar para ser felices. Repito, los niños aprenden por imitación, por eso se la debería formar desde la infancia. Reflexionar en que no tiene ningún sentido ser doctor en ciencias si no se es compasivo, o si se es cruel o indiferente al sufrimiento de los demás. Sería esencial recordar a los niños lo que alguna vez dijo Epicuro en su epístola a Meneceo referente a que la felicidad no está en los banquetes, ni en los festejos continuados, ni en el gozar con jovencitos y mujeres… sino en el juicio certero que examina las causas de cada acto de elección y aversión.
De igual forma, creo que seguiremos escuchando padres amenazando a sus hijos con ser trabajadores del servicio de limpia o taxistas, si deciden no estudiar, olvidando que los niños aprenden por imitación. Seguiremos teniendo noticias de que estos mismos niños al crecer tratan mal al camarero, al valet parking o al que prepara el café en algún Starbucks. Todo por considerar que su posición es de mayor status y que los «no preparados» son los que deben sufrir por el servicio a los demás.
Seguiremos viendo padres que venden la receta de la educación universitaria como un ‘curalotodo’, aún cuando cotidianamente vemos en las grandes urbes a personas preparadas académicamente, pero envilecidos, ansiosos, tristes, confundidos o con conflictos difíciles de resolver.