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Por: Sofía Bermúdez.
Esta semana un caso que se volvió viral, me mantuvo dándole vueltas al asunto. El día lunes una fotografía difundida en redes no me dejó pensar más que en eso: dentro del cuadro un perro cuelga de una pata de la parte trasera de un carro, que está en circulación por una carretera. Se difundió en redes y en medios que el hecho sucedió en una carretera de Manabí, sin mayor detalle del caso.
La imagen es tan impactante que mi primera reacción fue indignación, perturbación y asco. ¿Pareciera un caso de maltrato animal, no? ¡Es prácticamente evidente! Sin embargo, la información fue saliendo poco a poco a la luz, dejándome una estela de sensaciones y pensamientos que trataré de ordenar aquí.
Quiero recalcar que no soy activista por los animales (animalista), así que no logro ver las cosas desde un sólo punto de vista, sino que me voy por todas las ramas que conforman este árbol.
Indignación
La primera rama a la que me subí fue la de la indignación, el enojo y frustración… Saber que en mi país una imagen así sea una realidad, me pareció horrible. Este tipo de situaciones me habla de una sociedad sin educación, sin respeto y sin amor al prójimo. Sí, -para mí- los animales también son el prójimo.
¿Hasta qué punto somos capaces de ver algo así y aceptarlo, justificarlo, hacernos de la vista gorda y hasta burlarnos?
Hey, entiendo tu humor negro… ¿Pero es realmente necesario?
Además, ¿existe alguien tan cruel para hacer algo así conscientemente?
Como la situación me pareció sumamente cruel como para ser cierta, comencé a sacar conclusiones, un tanto ridículas, pero posibles. Tal vez el perro murió y el conductor debía llevarlo a otro lado para enterrarlo, pero no quería dañar la cajuela del auto, así que decidió llevarlo por fuera (arrastrado). Sí, algo tan ridículo que «justifique» un acto como este.
Sin embargo, aún me parecía injustificable.
De una violencia a otra
Gandhi una vez dijo: «Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales». Yo creo que es cierto.
Y de esta frase me salto a otra rama: la del «activismo» desmesurado. Pues muchos se valen de su amor por los animales (o cualquiera que sea su causa) para generar intolerancia y hasta violencia…
Gracias a toda la data que hay de nosotros en internet, se logró identificar al dueño del carro. Recalco la palabra dueño, mas no autor del supuesto hecho de maltrato animal.
Los datos de la placa revelaron a su nombre y muchos (incluyéndome) compartieron esta información. Aunque otros fueron más allá, compartiendo su perfil de Facebook, haciendo un evento en esta red social pidiendo prisión para esta persona. Dentro de ese evento abierto me encontré con una captura de pantalla del número celular y perfil de Whatsapp de quien acusaban ser un asesino. Todo esto declarando como si el dueño del carro fuera quien llevaba al perro arrastrado. Luego se supo que no fue así.
Yo no sé si el dueño del carro sea un «asesino» (como se califica en la imagen), no hay evidencia suficiente que me afirme que él haya matado a un animal. Y si existiera, lo más probable es que no me atrevería a revelar públicamente su perfil de Facebook o contacto de Whatsapp, porque estaría incitando al acoso, a la violencia, a hacer daño.
Y así pasó… El acusado comenzó a recibir amenazas por Facebook y por teléfono. Esto hizo que su padre, Vitervo Córdova, quien estaba manejando el auto, hablara con los medios y diera su versión: Su perro, llamado Tigre, ya muerto fue encontrado por un amigo, así que lo fue a recoger al lugar. Como el animal botaba espuma de la boca, no quiso colocarlo dentro del auto donde había comida. Lo puso encima de la cajuela, amarrado; pero al pasar por un bache el cuerpo cayó, quedando colgado. En ese momento alguien tomó la foto que luego subió a Facebook. Luego, el conductor detuvo el auto y lo volvió a colocar encima de la cajuela. Cuando llegó a casa, Tigre fue enterrado.
A veces el momento «preciso» nos juega una mala pasada. La gente llegó a ser tan cruel que incluso amenazaron de violar a una menor… De nuevo, entiendo tu ira, ¿pero es realmente necesario?
«Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales» -Mahatma Gandhi.
Para los casos de maltrato animal, la justicia (espero) se hará cargo. Tomar la justicia por mis manos no creo que sea lo mejor, peor si esa «justicia» viene en formato acoso cibernético. Para mí eso es cobarde.
<<Te invitamos a releer: La pitbull Atena está entre la vida y la muerte>>
Justicia
Y de esta rama, me salto una que es aún más larga y alta. De esas de las que cuelgas y si saltas probablemente salgas herido: La justicia.
Me parece genial, repito GENIAL, que el caso haya reventando tanto las redes sociales que el Ministerio de Interior se haya apersonado del asunto:
A LA COMUNIDAD, agradecemos profundamente la información que nos hicieron llegar a nuestras redes sociales sobre el caso de…1/2
— Min Interior Ecuador (@MinInteriorEc) April 20, 2015
Maltrato animal. @MinInteriorEc y @PoliciaEcuador están realizando gestiones pertinentes para que este hecho no quede en la impunidad. 2/2 — Min Interior Ecuador (@MinInteriorEc) April 20, 2015
Sin embargo, ¿qué tanta justicia se podría hacer en un caso de maltrato animal? El artículo 249 del Código Orgánico Integral Penal señala que «La persona que por acción u omisión cause daño, produzca lesiones, deterioro a la integridad física de una mascota o animal de compañía, será sancionada con pena de cincuenta a cien horas de servicio comunitario. Si se causa la muerte del animal será sancionada con pena privativa de libertad de tres a siete días».
¿Realmente el artículo 249 del COIP le hace justicia? Es aquí cuando creo que leyes como LOBA deben ser discutidas con igual seriedad e interés que el alza de aranceles a los artículos importados.
Estamos hablando de ciudadanos de cuatro patas, de la naturaleza, de nuestros hermanos animales… ¿De qué nos sirve ser un país que le otorga derechos a la naturaleza si vemos casos de maltrato animal regularmente? No, no sólo estoy hablando de este supuesto que reventó en redes sociales. Basta con seguir las cuestas de organizaciones animalistas para saber que existen muchos más.
Educación
No se si esto sea una rama, tal vez sea el tronco o la raíz de este «árbol». Se trata de nuestra educación respecto al trato a los animales y a los humanos, a uso de las redes sociales y otras herramientas digitales, a cómo nos comunicamos, contextualizamos y juzgamos.
Una imagen no siempre vale más que mil palabras. Recordemos que una imagen es un retazo de una realidad. Sí, puede decirnos mucho al respecto, pero no siempre dirá más que todo lo que le rodea.
Como logro interpretar este caso, es que el Sr. Vitervo tomó una muy mala decisión al colocar a su perro muerto sobre la cajuela del auto, con muy poca seguridad. No logró prevenir posibles accidentes, que le significaron un mal rato para él y su familia.
La persona que tomó la fotografía y la subió a redes sociales, al igual que todos la que la compartimos, tomamos la apresurada decisión de juzgar antes de tiempo… Asumimos, antes de contextualizar, que el conductor del auto intencionalmente estaba arrastrando a un perro y lo juzgamos.
Seamos sinceros, fuimos muy severos.
Conversemos…
No todos tenemos el mismo nivel de educación y empatía. No todos pensamos igual. Sin embargo, ¿todo este caos mediático es realmente necesario? Puede que sí, puede que no. Creo que nos da la oportunidad de hablar de varios temas, y no sólo del maltrato animal.
Recalco, no soy animalista, pero quería hablar de esto porque el caso me movió. Así que dejo estas preguntas aquí, unas cuantas opiniones y la puerta abierta a un debate sano. Pues creo que el primer paso para una cambio, inicia con el diálogo.