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¿Han escuchado de ese poema de Khalil Gibrán que dice que tus hijos no son tus hijos? Esa frase ha estado dando vueltas en mi cabeza desde hace unos días cuando la abogada de la Defensoría Pública de Australia (Legal Aid) me dijo que me prepare para la posibilidad de perder la custodia de mi hija de dos años de edad.
por Diana Barrezueta
Advierto que quizá sea el encierro en casa por culpa del ciclón Marcia (que estos días atraviesa el estado de Queensland en Australia) causando estragos a su paso, por lo que hoy el pesimismo ha tomado el lugar de la esperanza. La mayor parte del tiempo no encuentro ninguna razón lógica para que “la justicia” decida que mi hija debe vivir en este país con su padre, y no conmigo en Ecuador, donde ella nació y mi familia la adora. Pero entonces ¿por qué los diferentes abogados que he consultado me repiten lo mismo?
No voy a negar que poder regresar a Australia y traer a mi hija conmigo para que ella pueda conocer a su padre me hacía mucha ilusión. Esa bendita manía que tenemos algunas madres de querer darle todo a nuestros hijos, de procurar que no les falte nada. Quería que mi hija tuviera un padre, a su padre biológico. Dicen que la falta del padre en el desarrollo de las niñas es perjudicial y me dolía ver su confusión cuando estaba con otros niños que sí tenían a quien llamar “papá”.
Pero su padre nunca quiso ser su padre, cuando le dije que estaba embarazada después de unos pocos meses de haber salido juntos me pidió que me hiciera un aborto. Y yo lo pensé, pensé que tener un hijo nunca había estado en mis planes de vida y que iba a arruinar mis hermosos abdominales de los cuales estaba muy orgullosa, pensé en que iba a tener que criar a mi hijo sola y que mi hijo no iba a tener papá; también me di cuenta de que el tener un hijo podía reducir mis posibilidades de encontrar una pareja y casarme, pero sobre todo tenía miedo de no ser capaz de amar a mi hijo o de que mi hijo no me quiera a mí.
Obviamente, nada de eso pudo superar la alegría que sentía de tener a ese nuevo ser creciendo dentro de mí. Un día, a la mitad de la noche, me desperté y sentí unos golpecitos en la barriga, inmediatamente supe que ese era mi bebé, me puse feliz, fue una experiencia mágica. Pude reconocer que deseaba seguir con mi embarazo y, si la vida así lo quería, llevarlo hasta el final con éxito. Y decidí ejercer mi derecho a decidir, por el que tanto he batallado en mis luchas por la igualdad de género.
Le comuniqué al “padre” (entre comillas porque nunca se portó como tal) mi decisión y luego de eso no lo volví a ver más. Resulta irónico que una semana antes de saber que estaba embarazada me dijo que me amaba, en inglés. Aunque yo ya lo había calculado, el abandono fue doloroso, toda mujer embarazada debería tener derecho a que el padre de su hijo este ahí para cuidarla y protegerla y, por qué no, para mimarla y consentirla. La realidad es que el padre de mi hija ni siquiera tomó responsabilidad por las consecuencias de sus actos, la única decisión que tomó fue la de tener sexo sin protección y luego me dejó a mí sola con las decisiones difíciles. Por mi parte, terminé el curso que había venido a hacer a Australia entonces y me regresé a mi país con mis 4 meses y algo de embarazo en junio de 2012. Retorné a Brisbane porque apliqué a una beca en Economía del Desarrollo.
Más, ¿cómo se supone que te preparas para la posibilidad de ya no formar parte de la vida de tu bebé, a la que has amado cada día y cada noche desde que te enteraste de su existencia? Trato de consolarme enterándome de que no son pocas las madres que pierden la custodia de sus hijos en este país, que ha formado parte importante de mi vida … pero no es mi país ni el de mi hija; pero eso no me da ninguna tranquilidad.
Además, yo no tengo la opción de quedarme a vivir aquí, no sólo tengo la obligación de regresar a Ecuador (por estipulaciones de mi beca), si no que no deseo que la justicia australiana nos obligue a mi hija y a mí a exiliarnos de nuestro país de nacimiento y alejarnos de nuestra familia por haber cometido el único error de traer a mi hija para que ella y su padre se conozcan.
He decidido compartir esto, como una forma de acercarme a Ecuador y agarrar fuerzas para lo que se viene. Lo que pensé sería solo mis emocionantes vivencias de Becaria en Australia se ha transformado en un temblor en el corazón.
Nota del editor:
Diana es una becaria ecuatoriana en Australia. Ella nos seguirá contando sus sucesos periódicamente. Esperamos que sus asuntos legales tengan el apoyo del consulado ecuatoriano y pueda proseguir con tranquilidad su beca en Economia del Desarrollo (Development Economics) en la Universidad de Queensland.