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«El único requisito es estar vivo»… esta frase me dejó pensando luego de una agradable visita a Manuel Carrera Licht, gerente general de Jardines de Esperanza, uno de los camposantos de la ciudad. Manuel y su hermano Andrés se han hecho cargo desde los años 90s` de esta empresa guayaquileña que fue el sueño de Aurelio Carrera del Río, quien lo materializó hace más de 35 años.
La excusa de mi visita fue que recibí una invitación a la apertura de 6 nuevas salas de velaciones en su sede del Parque Cementerio situado en av. Felipe Pezo y Av. del Santuario al norte de Guayaquil. Como Puerta Abierta no es precisamente un portal de noticias empresariales, pero sí un continuo buscador de temas cotidianos que nos identifiquen como humanos, me pareció muy interesante conocer a alguien cuyo negocio está relacionado con un proceso difícil de asimilar para millones de personas: la muerte.
Evitamos el blanco y negro
Manuel Carrera me comentaba que Jardines de Esperanza ha mejorado mucho desde su fundación, en base a su visión original de respetar la ideología de cada persona que acuda a ellos, así como una mística de trabajo de equipo para servirlos. Pensé que todo eso se dice fácil, pero ¿qué tanto se puede demostrar en el momento de la pérdida de un familiar? Cuando alguien tiene una pérdida así no son palabras ni promesas los que consuelan, sino pequeños gestos y recibir un servicio sin preguntas excesivas ni complicaciones de trámites. Entonces él mencionó un detalle en el que no había reparado la última vez que, por la muerte de un querido tío, fui a dicho cementerio: «evitamos el blanco y negro», me dijo. Y es que si hay colores que mucha gente asocia a los funerales son precisamente los apagados y solemnes blanco y negro, que dicho sea de paso ni siquiera son colores.
A cambio dicho camposanto ofrece un extenso solar de césped con cruces, edificios de bóvedas con lápidas de granito grabada y más que nada el compromiso de acompañar de manera incondicional a los familiares en todo momento. La mezcla del verde y el marfil para ofrendarle paz a los visitantes no se queda en eso, por supuesto, sino que han incorporado un servicio que conocieron hace algún tiempo en Colombia, que es la Unidad de Duelo, algo que me llamó mucho la atención.
Que pase el dolor cuando tenga que pasar
La Unidad de Duelo es un servicio gratuito que Jardines de la Esperanza ofrece al público en general, es decir no es necesario tener algún contrato que los ligue a la empresa para acudir a ellos. Ahí un equipo de sicólogos atiende a las personas que requieren ayuda para superar el dolor de la muerte de un ser querido. Manuel señala, con una sonrisa serena, que bastantes personas lo han detenido a él o a trabajadores de Jardines de Esperanza, para agradecerles por esa ayuda, pues asistir a la Unidad les permitió asimilar de forma paulatina lo que creían era un dolor insuperable. «Es que la muerte es inevitable y el dolor que siente una persona es distinto al de otra», dice Carrera Licht, por eso cada caso es tratado personalizadamente, como si fuera el único que se atiende ese día y dar así ese «homenaje a la vida» que es el lema que siguen en la empresa.
Para morir, el único requisito es estar vivo… le sigo dando vueltas a ese concepto, porque lleva consigo una actitud poderosa, e implica que cada acto que se realiza es un examen de vitalidad que aprobamos o no, pues hacer de nuestra existencia algo sin pasión, sin riesgo y sin entusiasmo es llevar a cuestas una tumba en vida.