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- Algunos creen que la vida de los escritores se refleja en su obra ¿Qué parte de ti crees, se ha quedado en la novela?
Mi vida es demasiado anodina como para ser motivo de escritura. Lo que hay de mí en mi novela, y en todo lo que escribo, es lo que está en mi cabeza. Quiero decir que hago literatura con mis preocupaciones, mis intereses, mis miradas sobre las cosas y sobre las personas. Pienso mucho y escribo mucho sobre la experiencia humana, pero no necesariamente sobre la mía, sino sobre ese intento utópico de tratar de comprender lo que otros sienten, piensan y han vivido. Escribir es, para mí, un espacio de empatía.
- ¿Cómo es el lector ideal de ‘La desfiguración Silva’?
Creo que cualquier persona a la que le preocupe el arte como expresión, y las preguntas alrededor de la representación, disfrutará de esta novela. Pero quizás no solo ellos, sino a los que les interese los nexos entre cine, literatura y artes plásticas desde una forma más lúdica y contemporánea.
- ¿Cuál ha sido el último libro que has leído?
El mal de Portnoy de Philip Roth.
- ¿Quién es tu escritor favorito?
No tengo escritor favorito, sino muchos que me encantan y que me aportan muchas cosas distintas. Hace poco estuve obsesionada con Zurita, por ejemplo, y antes con Beckett, y antes con Armonía Sommers, y ahora con Marosa di Giorgio. La lista es eterna.
- Si pudieras escoger sólo un libro ¿Cuál escogerías?
Nunca lo había pensado y la idea me aterra.
- ¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?
Terminé hace varios meses una segunda novela. La enviaré a concursos y a editoriales a ver si tengo suerte. También estoy escribiendo poesía, que es un género al que no me había aproximado desde la escritura y, por eso, es una nueva experiencia que me está causando una gran satisfacción y una gran angustia simultáneamente.